Cuando los amigos me ven defender a capa y espada, reconozco que a veces me pongo hasta fastidioso, a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), caen a veces en el error de acusarme de defender a “los partidos políticos”. Y no es así. La MUD, más allá de una estructura que, no cabe duda, está principalmente conformada por los más importantes partidos políticos que hacen oposición al actual estado de las cosas, es un ente que está dotando de conducción política al movimiento opositor. Conducción que por cierto, sobra decirlo, ha estado ausente en años recientes.
Si bien es cierto que en las últimas décadas los partidos políticos tradicionales se agotaron y se vieron obligados a renovarse unos, a reinventarse otros, o a “invernar” a la espera de mejores tiempos otros más, también lo es el hecho que diferentes organizaciones y personalidades de la mal llamada “sociedad civil” hicieron vida activa en la política venezolana de finales del siglo pasado, bajo la etiqueta de “independientes” y, por cierto, han seguido “activos”. Empresarios, banqueros, artistas, dueños de medios de comunicación, periodistas y hasta modelos fueron candidatos presidenciales y a otros cargos de elección popular, y conformaron organizaciones que tenían su tarjeta inscrita en el Consejo Supremo Electoral de la época.
Era los tiempos de -la llamamos ahora despreciativamente “la Cuarta”- donde si bien es cierto reinaba el bipartidismo, también lo es el hecho que se respetaba y reconocía a las minorías, se podía “sacar gente de la cárcel” con el voto ¿verdad David Nieves?, existían tribus judiciales pero se destituían presidentes de la República, había corrupción pero había alternancia en el poder.
El “antipartidismo” se transforma en “antipolítica” cuando irrumpe en la escena política venezolana un personaje ajeno al mundo civil. Un militar que intenta dar un Golpe de Estado en 1992. A partir de los siguientes carnavales, comenzamos a ver a los carajitos disfrazados de militares con boinas rojas. El resto es historia.
Tras más de una década de “era chavista”, un presidente constitucional, pero militar, ha hecho lo que le viene en gana, sin que la llamada oposición, así, en singular, haya podido contraponer políticas de manera coherente y efectiva, debido entre otras cosas a la ausencia de conducción política.
En los primeros años de está ya larga y negra década, vimos a “la sociedad civil”, a “la gente”, a “los independientes que no quieren nada con los partidos”, etc, dirigir la política de oposición. Los resultados saltan a la vista.
Hace un tiempo, cuando se formó la MUD, en un artículo pedimos un voto de confianza a ella. Hoy lo renovamos. Es con política y políticas que podremos cambiar las cosas. Los partidos garantizan, además de conducción, pluralidad e inclusión, ingredientes indispensables para los que pensamos en la reconstrucción -tan necesaria- de la democracia en Venezuela. Son tiempos de oscuridad. Hagamos la luz entre todos.
Por Mikel las Heras
Publicado en conflictove.wordpress.com