Carlota, siguiendo su rutina de ama de casa, va al mercadito de los jueves a comprar los vegetales y frutas de la semana. Calcula que el dinero que lleva es suficiente para adquirir los bienes anotados en su lista. Saluda al Sr. Julián, selecciona lo mejor, cambia una fruta por otra, deja los tomates por ser muy caros, y cuando va a pagar, se da cuenta que el dinero no le alcanza, su poder adquisitivo se ha deteriorado.
El “poder adquisitivo” es la capacidad de adquisición de bienes y servicios con un determinado nivel de ingresos, es el reflejo del valor del dinero en términos de los bienes y servicios que pueden adquirirse con él. Es una realidad con la que lidiamos todos los días, cuando buscamos satisfacer las necesidades, sueños y compromisos tanto nuestros como de nuestros seres queridos.
Cuando el poder adquisitivo se deteriora, es decir, cuando es menor la cantidad de bienes y servicios que podemos adquirir con un ingreso determinado, estamos ante una pérdida del “poder de compra”, lo que incide en nuestra calidad de vida, al tener que dejar de disfrutar de ciertos bienes y sustituir otros para proveer nuestro hogar con los bienes esenciales o de primera necesidad.
Anta esta “pérdida del valor del dinero”, Carlota se ve obligada a revisar su lista de compras, haciendo una selección mas cuidadosa de lo que va a adquirir. Compra las frutas y vegetales que están a menor precio, los que ofrecen mayor valor nutricional, los que puedan permanecer en buen estado por más tiempo, los que ofrezcan mayor versatilidad en el momento de ser cocinados o llevados a la mesa.
Ante unos precios altos que frenan nuestro poder adquisitivo, estamos motivados (y obligados) a emplear los recursos de los que disponemos en la forma en que podamos obtener el mayor beneficio posible, para cubrir nuestras necesidades básicas. Y en esa búsqueda de alternativas de consumo, vamos incorporando trucos y técnicas que aplicamos cada vez que nos disponemos a hacer una compra.
Es así como Carlota se hace experta en elaborar listas de compras, encuentra bienes sustitutivos de otros, está pendiente de las ofertas, hace compras en conjunto con familiares y amigos para aprovechar descuentos por volumen, enseña a su esposo y sus hijos que antes de comprar hay que mirar bien la relación precio-valor, se convierte en una compradora racional.
Por Isabel Idárraga
Publicado en Agencia Carabobeña de Noticias