“Es sólo un papel”. “Hay que evitar la multa”. “Siempre ha existido”. “Si no lo hago, no me dejan inscribirme en la universidad”. “Me lo exigen en el trabajo”. “Es un trapo rojo”. Estos son algunas de las frases que hemos escuchado últimamente a raíz del supuesto vencimiento del supuesto plazo para la supuesta inscripción en el supuesto Registro Militar que ordena una ley que supuestamente van a modificar en los próximos días.

Vivimos –que duda cabe– tiempos en que “lo militar” se ha impuesto a “lo civil” en muchos ámbitos. Se ha vuelto cotidiano escuchar a un presidente (militar tempranamente retirado que volvió luego a las andadas) dirigirse a los miembros de su gobierno y a la gente que lo escucha como si estos fueran reclutas que están en formación en uno de los tantísimos cuarteles que, por cierto, existen en nuestro país. Resulta que muchas veces quienes reciben ese tratamiento marcial del verbo presidencial son, efectivamente, militares que forman parte activa del gobierno. Escuadras, batallones, patrullas, misiones, campañas, y un montón de expresiones del argot verde oliva forman parte ahora de –nada menos– la organización de cierto y único partido político.

Todo empezó –la militarización abierta, descarnada y sin disimulo de nuestra sociedad– hace tiempo con aquel Plan Bolívar 2000 que puso al ejército en la calle y a nosotros –y por cierto a muchos de los recursos económicos del estado– en manos del ejército. A partir de ahí, la militarización nos ha invadido muy a pesar del texto constitucional que pone cotos a la actuación del ejército.

Lo que está pasando hoy con el Registro Militar, es un nuevo capítulo de la misma historia. Una Ley de Conscripción y Alistamiento Militar que aprobó la actual Asamblea Nacional que vulnera derechos que la Constitución Bolivariana reconoce, por ejemplo, la objeción de conciencia, la educación y el trabajo. La Ley de marras no se arregla “reformándola en cuanto a plazos y multas”. Dicha Ley debe ser anulada por violar preceptos constitucionales.

Algunos miembros del gobierno, incluyendo el presidente, han expresado su molestia por el “alboroto” que se ha armado con esta ley. Desde la Asamblea Nacional han informado que “la someterán a revisión”. Hemos escuchado pocos comentarios en el mundo militar y, en el mundo civil, las reacciones han sido diversas. Desde correr a hacer cola para inscribirse hasta negarse pública y rotundamente a hacerlo. El mundo civil da para todo. Y es esto, precisamente, lo que debemos preservar. Un mundo civil variopinto y plural. Un mundo civil que, sin importar su condición ideológica, racial o religiosa sepa alzar su voz de protesta cuando se le vulneran sus derechos. (Mikel Las Heras, conflictove.wordpress.com)

Un mundo civil que se planta y le dice –dignamente– al poder militar: Soy Civil.

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