Latinoamérica es una de las regiones del globo donde más se cometen secuestros, siendo México, Colombia y Venezuela los lugares donde se materializan con mayor frecuencia.
Por lo general el plagio representa una empresa poco lucrativa y muy tediosa en otros países; para ejecutarla se necesita una base de logística, como por ejemplo: lugares donde mantener el cautivo, contactos, inteligencia y otros recursos materiales y humanos que se deben emplear para que sea exitoso el objetivo. Pero en Venezuela, el secuestro no solo se ha vuelto rentable y económico sino fácil de ejecutar.
Según cifras del CICPC, solamente en el año 2009 el secuestro se ha incrementado en un 50% con relación al 2008; siendo reportados hasta el momento 540 secuestros express sin contar los que no son denunciados. Lo dantesco del asunto es que muchos raptos son cometidos por policías o expolicias que laboran en esta actividad, ya dejó de ser de alto riesgo pues sus faenas son “conducidas por funcionarios policiales activos y jubilados, quienes han monopolizado los secuestros express y llevan a sus víctimas a comandos policiales donde las mantienen hasta cobrar el rescate”, según dicen los mismos informes oficiales.
El 14 de julio de 2009 el comerciante larense Luís González Colmenares, denunció haber sido víctima de secuestro por parte de “petejotas” en la localidad de El Tocuyo; por su parte, el Ministerio Público acusó a 3 Policías Metropolitanos de mantener una red de plagiarios en los Altos Mirandinos. Mientras que las investigaciones señalan que el grueso de los componentes de la banda de secuestradores “Los Invisibles”, autores de decenas de secuestros en la ciudad, son policías.
En Venezuela cualquier persona puede ser potencial víctima de un secuestro. El status social, los ingresos familiares, la zona de residencia o la aparente riqueza es irrelevante a la hora de ser una víictima, llegándose al extremo de que se han realizados plagios en zonas marginales de la urbe capitalina donde es la comunidad en su conjunto quien paga el dinero a los secuestradores. Tal y como apuntan los estudios criminalisticos, pareciese ser que algunos efectivos policiales han desplazado a los delincuentes habituales para quedarse ellos con la gestión de esta lucrativa empresa, teniendo prácticamente el monopolio del secuestro express en las zonas pudientes de Caracas (Este y Sureste), dejando al hampa común las barriadas y zonas populares. En pocas palabras, el pueblo jode a su propio pueblo y los policías se han convertido en zamuros (carroñeros) cuidando carne.
¿El secuestro como acto político?
En el anarquismo, la táctica del secuestro fue experimentada de forma tímida por los grupos de acción autónoma en la década de los setenta y eran realizados para atraer la atención mundial sobre una determinada causa en específica. Sin embargo, la polémica que generó el secuestro y posterior muerte de Mirella Silochi (esposa de un acaudalado empresario de Parma), la condena de dos anarquistas a cadena perpetua y el procesamiento de otros 40, generó contundentes críticas por parte de muchos libertarios. Casi de manera unánime los anarquistas se oponen de forma tajante a la táctica del secuestro, por representar una clara contradicción con su postulado principal (la libertad del individuo), en especial cuando su motivo es algo tan inconmensurable con la vida humana como el dinero.
Por parte de los marxistas y sobre todo sus orgánicas político-militares afines, hay una larga tradición en el empleo del rapto con fines económicos, siendo en muchos casos fuente muy importante de financiamiento de estas agrupaciones (como por ejemplo las FARC, el MRTA, el EPR o el caso Niehous en Venezuela), justificándose con discursos de vendetta popular cuando la verdad es que representa una forma inhumana de generar dividendos para la estructura clandestina.
Como se puede observar, el secuestro se ha convertido en una patente de corso para que ciertas personas se enriquezcan a costa de la libertad y la tranquilidad de otros. Ningún secuestro es revolucionario ni aceptable como estrategia sediciosa para lograr un cambio social.
Rodolfo Montes de Oca
Estoy totalmente de acuerdo con este artículo, tengo 22 años y soy estudiante de clase media. En los ultimos tres años he sido victima de 2 secuestros express, uno en el 2007 en las afueras de mi residencia ubicada en las afueras de la ciudad y la segunda la semana pasada en una supuesta «zona segura» de la ciudad.
Lo peor del caso es que ya es un negocio, es un sistema del cual, desgraciadamente, cualquiera puede ser victima, para mi mala suerte a tan corta edad ya he vivido dos experiencias, y gracias a dios solo me han dado un susto y quitado un aliento.
Es momento de cambiar, hacer algo… esto no puede continuar.