A Lusbi Portillo lo conocí antes de los años noventa. Ya en esa época difícil por la represión de la Cuarta República que sufríamos todos los que estábamos ya entonces comprometidos con las luchas de nuestros Pueblos, pude conocer de su militancia a favor de los indígenas. Lo que ahora es reconocido en la Constitución Bolivariana y en distintas Leyes que les favorecen, entonces era parte de nuestra utopía de lucha.
Siempre fuimos vistos como aliados y como hermanos en la lucha, por los indígenas con cuya causa nos solidarizamos, sea en el Zulia o en cualquier otra parte del país. Para aquél momento, podíamos contabilizar con facilidad a la gente mestiza bien involucrada en el área indígena, pues lamentablemente no siempre han abundado las solidaridades reales y concretas (más allá de las simples palabras bonitas) de nosotros los indomestizos a favor de nuestros hermanos y hermanas étnicos.
Mantener la perseverancia en el compromiso social y político es algo que fortalece los sentimientos de quienes lo practican, toda vez que muchos en el camino se quedan, y algunos desertan y no vuelven jamás, y otros (y otras) hasta despotrican de las luchas en las que supuestamente militaban. También hay de los que nunca han militado en nada ni se han solidarizado con nada que no sean ellos mismos. También hay de los que hacen de la critica malsana, el sectarismo, el egocentrismo, la mezquindad, y la codicia, su norte político (en este grupo es donde he conocido de cerca y reconocido a mucha de la gente que difama a Lusbi Portillo). Muchas veces mezclado todo esto con ignorancia, tanto de quién es realmente Lusbi, como de las realidades indígenas y ambientales que él ha dado a conocer durante muchísimos años.
Todavía no conozco a nadie que haya refutado ni tan siquiera uno solo de los múltiples argumentos que Lusbi ha expuesto públicamente en todas las tribunas en las que ha participado. Todo lo que hacen sus detractores es rebajarse al nivel de los simplistas ataques personales (idéntico a como lo hacen los medios “escuálidos” contra nuestro Presidente Chávez), tratando de sacarle relativo provecho a sus “errores” mediáticos (como por ejemplo, escribir en muy reducidísimas ocasiones en medios donde escriben opositores políticos del Gobierno, pero donde también – cabe recordarlo – representantes del mismo han tenido su espacio), cuando sinceramente muy preocupado por la gravedad que toman en muchas ocasiones las situaciones sociales y humanas en las comunidades indígenas de la Sierra de Perijá, les son cercenadas las tribunas mediáticas revolucionarias.
Para nadie es un secreto que, a menos que ocurra algo muy pero muy grave, la realidad de las comunidades indígenas no es noticia para los grandes medios nacionales, la cual queda permanentemente invisibilizada en las visiones etnocéntricas de sus editores o directores. A pesar de ello, recuerdo que Lusbi Portillo siempre ha estado pendiente de que la situación que padecen nuestros hermanos y hermanas indígenas de la Sierra no se olvide, que siempre esté en el tapete mediático. Algo que en tiempos de la Cuarta República siempre le agradeció muchísima gente que, como en mi caso, no siempre podíamos estar enterados de lo que ocurre en una zona tan senteptrional de nuestro país.
Pero hoy parece que a alguna gente, sobre todo perteneciente a algunos medios de difusión, esto les molesta enormemente, les resulta intolerable. Ni siquiera se atreven a confrontarlo “cara a cara” en un debate abierto, para ventilar ante todo el mundo las verdades de la situación. La injuria parece más fácil. O más conveniente. Pareciera existir gente en diferentes ámbitos o niveles, que no está interesada en que el resto de los venezolanos y venezolanas sepamos que está ocurriendo realmente en Perijá, y nos contentemos simplemente con versiones interesadas sobre los hechos que allí ocurren. Incluso por allí un viceministro planteó recientemente la conveniencia del aislamiento de los yukpas, cual si fueran “ghettos” de nuevo cuño (¿será qué ocultan algo que no quieren que los demás veamos ni nos demos cuenta?), como si tanto los indígenas como el resto de la población venezolana no tuviéramos derecho a interactuar intercultural y solidariamente entre nosotros mismos, como lo ordena la Constitución Bolivariana; o derecho a hacer contraloría social como lo ordenó nuestro Comandante- Presidente.
Que yo sepa (cosa que además me consta) lo único que he visto realizar durante al menos veinte años al Profesor Lusbi Portillo es llevar y traer información, tanto a los indígenas como al resto de la población venezolana – en la que me incluyo- sobre los megaproyectos de Estado para el estado Zulia (y Sierra de Perijá) y las realidades sociales, ambientales y culturales de las mismas (o los riesgos potenciales de aquéllos en éstas). Ahora resulta que después del cacique yukpa Sabino Romero, el Profesor Portillo parece ser enemigo número de la Nación, incluso para gente que está en el Proceso revolucionario que me consta que lo conocieron y trataron durante años.
Todos conocen aquella frase del Che Guevara que dice que revolucionario es quien se indígna ante cualquier injusticia en el mundo. Igualmente nuestro Comandante- Presidente no se cansa de denunciar las injusticias cometidas por el imperialismo en cualquier parte del mundo, y nos insta a solidarizarnos con los Pueblos oprimidos (incluso se ha solidarizado él mismo con el Pueblo yukpa en agosto del año pasado). Si solidarizarse con la lucha de los indígenas de la Sierra de Perijá conlleva el riesgo del señalamiento por el “dedo” poderoso o la “tribuna mediática” de quien sea, muchísimos asumiremos ser enemigos números uno no de nuestra Nación (por demás, multiétnica y pluricultural), pero sí de todas las injusticias que veamos a nuestro alrededor, y particularmente, la realizada históricamente en contra de nuestros ancestros indígenas.
He tenido la oportunidad de compartir con caciques yukpas en distintos espacios, y corroboran la visión que Lusbi Portillo nos ha dado durante años de la situación indígena y ambiental del pueblo yukpa. Sólo que alguna gente (incluso yukpas que sus propios parientes ya no les parece que piensan como yukpas) están defendiendo intereses muy distintos a las luchas territoriales históricas de sus pueblos. Lamentablemente, malinches han existido en todas las épocas (y también “conquistadores” de nuevo cuño).
Dudo mucho que alguien que (como Lusbi) lleva la vida modestamente, y que vive en una humilde vivienda, que trata de ser coherente con lo que cree, tenga todo el “poderío” o “malignidad” que algunos quieren construir alrededor de él, para estigmatizarlo no sólo a él, sino a la legítima y justa lucha a la que le ha dedicado (como no han hecho nunca sus detractores) la mitad de su vida. Nunca he hablado con él de esto, lo confieso, pero tiendo a creer que la critica férrea que hace de las políticas gubernamentales hacia la zona, se basa en profundas convicciones de izquierda (posiblemente troskistas o anarquistas, pero siempre, repito, de izquierda). En todo el tiempo que le conozco, nunca le he visto dar virajes ideológicos, siempre se ha mantenido coherente políticamente (no puedo decir eso de sus detractores). Tiene derecho a pensar diferente, siempre desde el lado izquierdo de espectro ideológico-político. Sus motivaciones son por lo tanto, humanistas y socialistas.
Por cierto, al cacique Sabino Romero lo conozco gracias a Lusbi Portillo. Tuvo la amabilidad de presentármelo una vez que los yukpa vinieron a Caracas a protestar la dilación eterna del proceso de demarcación territorial yukpa. En esa ocasión Sabino me invitó a visitar su comunidad (Shaktapa) y un fin de semana que tuve posibilidades, me fui hasta allá. Pude conocer de la riqueza humana y cultural de su gente, en medio de carencias materiales de todo tipo (producto de la opresión histórica ejercida por la sociedad “watía” sobre su pueblo). Pude también saber de la podredumbre humana y social de sus adversarios locales, rodeados de abundancias económicas latifundistas. Ví a Sabino y a su familia sembrando piñas, y luego haciendo su casa, bajo el modelo arquitectonico ancestral yukpa. Percibí el manejo irregular que tiene del idioma castellano, pero la gran claridad de ideas que – desde su mentalidad e idioma indígenas- tiene sobre lo que debe ser la recuperación territorial y cultural yukpa. Me di cuenta del alto grado de inseguridad personal en el que viven (por la presencia de actores armados irregulares en la muy cercana frontera) que los obliga a estar armados, para proteger sobre todo a sus familias. Conocí algo de la historia yukpa, del cruel despojo territorial del que han sido objeto, y de sus inmensas ganas de reverenciar a la naturaleza y a la tierra de sus “atancha” (ancestros o ancianos). De su inmenso deseo de compartirlo todo, a diferencia de quienes lo adversan (que quieren quitarle todo a los yukpa, hasta su cultura indígena).
Una vez presencié un debate fuerte entre Sabino y Lusbi, que me permitió corroborar que – al contrario de lo que los detractores de ambos dicen – los yukpa toman sus propias decisiones con sus propias reflexiones, y no se dejan manipular ni usar (como malintencionadamente, desde una mirada colonialista, tutelar, paternalista y despreciativa de lo indígena, pretenden hacer ver algunos). En esa ocasión, comprendí algo que ahora presenciaron los abogados de Sabino durante el juicio irrito que la sociedad “watía” (blanca) ha incoado ilegalmente en contra de él: la grandeza del personaje. Sabino Romero al hablar me hizo evocar las referencias que uno ha tenido respecto al indio Guaicaipuro. Ví en Sabino la Resistencia Indígena milenaria hecha persona. Es el indígena que no se entrega, que no se vende, que no renuncia, que no desfallece, que no traiciona a su pueblo, que no teme las consecuencias de su lucha. Por eso expulsó de su comunidad a aquel alto funcionario que quiso recientemente comprarlo con “espejitos” modernos. Eso es lo que no le perdonan. Por eso días después de esto, el día de la “resistencia indígena”, se negó junto con otros indígenas dignos y revolucionarios, a participar del “sainete” de ese día (es pertinente señalar que prácticamente todos los yukpa de la zona apoyan a Chávez y al proceso revolucionario, se puede afirmar lo contrario de los detractores de Sabino). Ya a su cabeza le habían puesto precio millonario, sus enemigos.
Y para bochorno y vergüenza de nuestra nacionalidad indomestizada, la verdadera resistencia heroica de los yukpa es violentada de la manera más atroz, y dos de sus protagonistas llevados a enfrentarse mortalmente entre sí, para beneplácito del poder ganadero latifundista y minero transnacional (en suma, capitalista). Seguida luego de la estigmatización (de Sabino y de sus aliados) y la criminalización (de sus justas luchas), muy parecidas a las que en su momento sufrieron Simón Bolívar y Ezequiel Zamora, por los oligarcas de su tiempo.
La pesadilla que ha sucedido después, donde se quiere fraguar la definitiva derrota histórica de una digna lucha indígena milenaria, tiene como escenario un tribunal de la sociedad watía (blanca). ¿De qué sirve que la revolución haya parido cuatro leyes vigentes, donde se reconoce que – en éste caso y otros semejantes – los yukpas pueden juzgar a los yukpas conforme a sus propias formas yukpa de hacer justicia; si en la práctica tales leyes quedan sin efecto, por la fuerza de las instituciones de la sociedad hegemónica que estigmatizan, sancionan y aíslan al débil jurídico, social y político, consolidando de éste modo la situación histórica de dominio, subordinación y colonización sociocultural?.
Les sugiero que busquen en la web y lean la autodefensa que Sabino hizo en el tribunal de control de Machiques, de su lucha por la tierra, y seguro a algunos les vendrá a la mente – salvando las diferencias de lenguaje, cosmovisión y época – los discursos de cualquiera de los “Martires de Chicago” o de “Sacco y Vanzetti” durante sus respectivos juicios. El carácter contrarrevolucionario de todo el proceso contra Sabino, se observa cuando ingenuamente sus perseguidores y acusadores piensan que deteniendo al hombre podrán detener el curso de la historia. Ignoran que la lucha que Sabino representa ha podido resistir más de 500 años. Que por eso habrán muchos más “Sabinos” (indios o no).
Ignoran que si la lucha de los indígenas se pierde, el Planeta también lo perderemos, y con ello, perderemos todos (el clima mundial nos lo está gritando silenciosa pero implacablemente). La lucha de Sabino Romero es una llamada urgente de la vida ancestral a la conciencia humana toda. Y contraria a ella, la mezquindad. arrogancia y ceguera de ciertos humanos con poder de decisión. Como decía alguna vez Mahatma Gandhi: “Las riquezas del mundo sirven para satisfacer las necesidades de todos, pero no la codicia de algunos”.
Erick Gutiérrez
M.Sc., Abogado indígenista, miembro del Observatorio de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas “José Manuel Romero”.
Para consultar el archivo original visite www.aporrea.org