Cuando en el año 2006 el quiebre del modelo policial imperante en Venezuela por décadas se hizo más que evidente y su sostenibilidad en el tiempo comenzó a ser realmente cuestionada, se abrieron puertas para la construcción política de una nueva manera de entender y afrontar la labor policial en Venezuela. Nuestro país llegó en la cola de las reformas policiales en América Latina, pero contó con la enorme riqueza de un trabajo elaborado con visión holística, alta participación popular, conocimiento científico sobre la materia y un equipo de hombres y mujeres con alto compromiso en esta causa.
Nació allí el germen del nuevo modelo policial que hoy, seis años después, comienza a cobrar forma a través de un trabajo minucioso, profesional y comprometido en tres ámbitos interrelacionados: el Consejo General de Policía (como órgano que orienta el diseño de la política pública policial), la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (alma máter en materia de seguridad y uno de los proyectos emblemáticos para el cambio estructural del viejo modelo policial, formando el nuevo policía bajo los parámetros del modelo transformador) y la Policía Nacional Bolivariana (PNB).
La PNB ha comenzado su existencia marcada por dos tensiones: la primera, lograr romper con el paradigma represivo, militarista, discriminatorio y antipopular que carcomió a las policías venezolanas por más de 100 años y que se resiste a morir en muchas de ellas. Paradigma éste que encontró en la violación flagrante de derechos humanos y en la mercantilización y banalización de la labor policial la forma de ser «útil» a los intereses clasistas y antipopulares de las elites gobernantes por décadas. La segunda tensión que enfrenta la PNB es la de mirar al futuro con capacidad para superar los obstáculos que la tarea enfrenta, entre ellos: la necesidad de mantenerse firme y conquistar espacio estratégico como la opción policial civil y profesional (como manda la Constitución) ante la tentación de volver a la militarización de la seguridad ciudadana; la resistencia ante la presión social para un despliegue masivo territorial de sus efectivos, violentando el crecimiento mesurado que exige la lógica más elemental, para no «abortar» el proyecto transformador que encarna; la formación como práctica continua asumida desde el más alto nivel de dirección policial, para evitar volver al modelo del «policía de 3 meses», como aquellos que en el pasado eran formados en la improvisación más irresponsable y en la demagogia más recalcitrante y de cuya existencia aún pagamos las consecuencia como sociedad ; y finalmente la autorregulación y control para reaccionar activa y contundentemente ante las desviaciones y prácticas abusivas que puedan ocurrir en sus filas.
Los y las jóvenes discentes de la UNES que hoy se preparan para ser integrantes de la PNB así como los policías de este organismo ya activos en nuestras calles encarnan una esperanza que no puede ser frustrada. La labor que está haciendo la PNB en las comunidades debe ser acompañada no sólo con una contraloría social efectiva y constante sino también con la cuota de apoyo moral y de confianza que requieren. ACOMPAÑÉMOSLOS.
Pablo Fernández . El Universal 07/05/2012