Iniciamos un nuevo año con un país caracterizado por una amplia división de la población en dos grandes bloques identificados entre quienes apoyan al gobierno y quienes se oponen y en medio de ellos un gran sector que no se alinea firmemente a ninguno de los dos sectores en pugna.
Ello en sí mismo no es un problema en cualquier país ni debería generar preocupación si las diferencias se canalizan de manera democrática y en el marco de la Constitución y las leyes. Así que en un país las instituciones y la sociedad en su conjunto pudiesen funcionar sin ningún trauma aunque existiese una intensa polarización política.
Sería una manera de manifestarse una democracia que respeta el pluralismo de las ideas y las concepciones políticas. El problema es cuando la polarización se traduce en ingobernabilidad, se cierran los espacios para el diálogo y se incita al desconocimiento del otro calificándolo incluso como enemigo a aniquilar. Ese es desafortunadamente el ambiente político con el cual hemos tenido que convivir en los últimos años produciendo una serie de consecuencias que afectan de manera negativa la institucionalidad democrática y la calidad de vida de la población.
Por ser el año 2010 un año electoral existe un riesgo potencial de que se profundice ese escenario polarizado. Nos queda por delante el reto a quienes vivimos y compartimos este hermoso país de evitar que tal situación continúe o se intensifique. Es fundamental defender los valores del Estado democrático y social de derecho y de justicia definidos en nuestra Constitución entre ellos la solidaridad, la democracia, el pluralismo político y la preeminencia de los derechos humanos. En tal sentido, quienes hoy gobiernan tienen el deber de pensar, promover y ejecutar políticas públicas dirigidas a todos y todas sin exclusión y comprender que ese sector del país que se le opone en lo político también tiene derechos y por lo tanto debe ser respetado y recibir garantías para expresar su inconformidad, sus criticas y canalizar sus propuestas.
Quienes se ubican como opositores al gobierno no sólo deben comprender sino aún más promover que sus acciones se desarrollen con pleno apego a la Constitución y la ley y tener la suficiente entereza para reconocer e incluso apoyar toda política implementada por el gobierno que sea positiva, inclusiva y que beneficie principalmente a los sectores más pobres de la población.
No podemos continuar con un país donde el diálogo parece sólo una ilusión. La polarización irracional además nos ha mermado la capacidad de ser solidarios y nos impide aunar esfuerzos para afrontar con mayor eficacia dificultades y problemas que hoy aquejan a todos y todas independientemente de sus inclinaciones políticas. Si queremos un año de progresos será fundamental promover la tolerancia y la solidaridad.