En la planificación de su proyecto de trabajo para los próximos años, Provea ha definido como prioridad el fortalecimiento de las organizaciones sociales autónomas que luchen por la vigencia de los derechos humanos. Provea entiende que estas conquistas sólo serán materializadas en la medida que exista organización popular independiente que las exija y las extienda con nuevas demandas.
Sin embargo “autonomía” es un término que para muchos sigue siendo desconocido. Autonomía es la capacidad de darnos nuestras propias reglas de funcionamiento y cuestionar lo que hemos heredado de la historia. La palabra proviene del griego «autosnomos» y significa «que se da a si mismo su ley».
La autonomía, en política, es la posibilidad que los seres humanos sean capaces de definir, de manera libre, sus propios proyectos de vida, que sean ellos y ellas mismas quienes gestionen y decidan, de la forma más democrática posible, cada uno de los aspectos que atraviesan su cotidianidad: desde el trabajo a la sexualidad, del uso de su tiempo libre a la alimentación, etc.
El filósofo griego Cornelio Castoriadis ha descrito que lo contrario de la autonomía es la heteronomía, vivir bajo reglas que otros deciden. Según su explicación los diferentes poderes educan para la servidumbre, siendo siempre otros y otras quienes toman las decisiones. Y estas medidas, así como las instituciones que las ponen en práctica, se dicen sagradas e indiscutibles.
Un individuo comienza a ser autónomo cuando comienza a preguntarse si eso debería ser siempre así, o si por el contrario las cosas pudieran funcionar mejor de una manera diferente. Por ello se dice que la autonomía es una interrogación sin fin, que no se detiene ante nada y que, incluso, revisa constantemente sus conclusiones preliminares. ¿Si el Estado, el gobierno, el ejército y las cárceles son injustos y opresores, no pueden ser cambiados por algo mejor?.
Un individuo autónomo nunca olvida, por tanto, que son los seres humanos quienes han creado las leyes de funcionamiento de la sociedad. Y por ello pueden ser sustituidas en cualquier momento, por los individuos, cuando atentan contra el bien común. La autonomía individual se produce a partir de la libre reflexión y la deliberación, concretada en un pensamiento propio, siendo soberano de sí mismo/a y de sus actos.
Siguiendo a Castoriadis un individuo autónomo entiende que no puede ser independiente si vive en una sociedad opresiva y desigual. Por ello se organiza con sus iguales para enfrentar a quienes limitan el goce de sus derechos y su libertad.
La autonomía propone la autoorganización rechazando las injerencias exteriores, creando sus propias formas de organización, las cuales trabajarán por los objetivos trazado por los propios involucrado/as. De esta manera, los movimientos sociales autónomos son organismos populares que responden a necesidades sentidas por sus integrantes y no a los decretos de ningún poder. Al desarrollarse al margen y en contra de las instituciones que los dominan, realizan prácticas de autogestión y acción directa.
Un movimiento social autónomo levanta sus propias banderas de lucha, las cuales no posterga, negocia, subordina ni abandona por ninguna razón exterior. Esto no significa que puedan coincidir con otros movimientos para la búsqueda de objetivos comunes, pero estas relaciones deben ser en condiciones de igualdad, preservando la identidad de las partes y reforzando, sin diluir, sus metas originales. Por otra parte, los movimientos sociales autónomos generan sus propios recursos, de manera autogestionaria, rechazando el mecanismo de subordinación de los subsidios del gobierno, partidos políticos y de los empresarios.
La creación y experimentación de diversas expresiones organizativas busca generar, aquí y ahora, una cultura –entendida como la manera de hacer las cosas- diferente. Por ello, la autonomía opta por la toma de decisiones de forma asamblearia, por la democracia directa, por garantizar el respeto a la diversidad, frenar la jerarquización, el autoritarismo y la pérdida de independencia y soberanía en las luchas. Al tener prácticas alternativas a las del poder, los oprimidos enfrentan su hegemonía al construir, ladrillo a ladrillo, una cultura propia y diferenciada, una identidad y un imaginario compartido. En este aprendizaje, dicen los defensores de la autonomía, los medios deben siempre ser coherentes con los fines.
La propuesta para el momento actual es la creación de una constelación de diversos grupos y movimientos autónomos, autogobernados por sus integrantes, para pelear por la conquista y vivencia de los derechos: vivienda, empleo digno, salud, educación, seguridad personal, espacio público y calidad de vida, entre otros.
Algunas experiencias recientes, como el movimiento indígena y ambiental contra el carbón en el Zulia y el Comité de Víctimas contra la Impunidad en Lara, han caminado en esta dirección. Luego, la creación de múltiples espacios para la supervivencia y la resistencia, autónomos y totalmente ajenos al Estado y a la empresa privada, relacionados entre sí de manera horizontal y por cooperación sin mando. La existencia de muchos movimientos autónomos rompería, por tanto, la polarización: ni chavistas ni opositores, personas luchando por sus propios derechos.
(*) Coordinador del Programa de Investigación de Provea
www.derechos.org.ve
@fanzinero