rafael uzcateguiEl escritor uruguayo Eduardo Galeano ha expresado en un artículo, titulado “Ni derechos ni humanos”, que “si la maquinaria militar no mata, se oxida”.  Además, agrega, “la economía de guerra multiplica la prosperidad de los prósperos y cumple funciones de intimidación y castigo. Y a la vez irradia sobre el mundo una cultura militar que sacraliza la violencia ejercida contra la gente diferente”.

Reflexionando sobre las palabras del autor de “Las venas abiertas de América Latina”, un escritor conocido por el presidente Nicolás Maduro, no se entiende la voluntad de continuar el proceso de militarización del país promovido por el presidente Chávez durante su gestión. Como se recordará, el pasado 23 de mayo en un acto en el Teatro Teresa Carreño el presidente Maduro ordenó la creación de las llamadas “milicias obreras”, las cuales según sus cálculos debían tener como meta dos millones de integrantes: “La clase obrera será cada vez más respetada.

Será aún más respetada si las milicias obreras tienen 300 mil, 500 mil, uno o dos millones de obreros y obreras uniformados, armados preparados para la defensa de la Patria”. Según la nota difundida por la Agencia Venezolana de Noticias el primer mandatario ordenó a las autoridades de la Universidad Militar Bolivariana y la Universidad Bolivariana de los Trabajadores se reúnan para que los trabajadores y sus profesores vayan a las academias militares y acudan a las fábricas, para que se dé el proceso de autoformación cívico-militar.

La clase obrera tendría más respeto no siendo parte de una “tropa”, sino de organizaciones que defendieran cabalmente sus derechos, como el contar con una contratación colectiva al día en donde estén actualizados las condiciones y beneficios devengados por su actividad productiva

Especulamos que Galeano opinaría que el respeto a la clase obrera vendría de otros referentes. Como del cabal respeto a su derecho a un trabajo digno, en condiciones que no atenten contra su salud física y mental, devengando un salario que le permita al trabajador y su familia acceder a los bienes necesarios para su subsistencia, así como para el ocio, la recreación y la cultura. La clase obrera tendría más respeto no siendo parte de una “tropa”, sino de organizaciones que defendieran cabalmente sus derechos, como el contar con una contratación colectiva al día en donde estén actualizados las condiciones y beneficios devengados por su actividad productiva. Respeto por el papel de los sindicatos en discutir el monto del salario mínimo y el porcentaje de los aumentos, la situación de su seguridad social y el derecho de los trabajadores y trabajadoras a no ser discriminados y hostigados en sus centros de trabajo por sus preferencias políticas.

Seguramente Galeano, como nosotros lo hacemos, vería como contradictorios los discursos que hablan de la necesidad de formar cuadros militarizados y, a su vez, enarbolar la retórica que sostiene la pertinencia de la paz y el desarme. ¿Se quiere o no se quiere el desarme.? Esos mensajes incoherentes desde el gobierno no contribuyen para nada a reducir la violencia en el país.  Y después que vendrán ¿las milicias estudiantiles? ¿y los consejos comunales transformados en milicias?

Lo incoherente de la política y los mensajes que se trasmiten se produce también con el llamado movimiento por la paz. Mientras se realizan actos públicos con amplia difusión por los medios oficiales, se usa un lenguaje agresivo, nada compatible con un mensaje de tolerancia e inclusión. A su vez se realiza una progresiva militarización de la sociedad y las instituciones del Estado. Completa el cuadro la medida inconstitucional de sacar a los componentes de la Fuerza Armada a realizar labores de seguridad ciudadana. Como bien lo afirmó recientemente la Sala Constitucional del Salvador, en una sentencia ejemplar, el uso de militares en labores de seguridad ciudadana es un retroceso para la democracia y es de alto riesgo porque su misión  filosofía y entrenamiento es para destruir enemigos.

Pero más allá de la incoherencia en la política de desarme y los llamados a la paz, nos preocupa en el caso de las milicias obreras que estas puedan usarse como fuerzas de esquiroles para enfrentar las justas protestas de los y las trabajadoras en el país principalmente en las industrias básicas, las funciones de intimidación de las que habla Galeano. En vida el ex-presidente Chávez lo había expresado sin rodeos. “Las milicias deben evitar el saboteo de la producción afirmó en más de una oportunidad”, incluso promoviendo la figura de los “cuerpos de combatientes”. Nos preocupa que esta misma filosofía se encuentre detrás de las llamadas milicias.

Entrenar y armar obreros para enfrentar obreros. Pueblo contra pueblo. Solo que los que ataquen a los obreros en lucha exigiendo sus derechos muy posiblemente les llamen revolucionarios y patriotas. Los otros, los que exigen sus derechos serán “los apátridas”. Vamos por mal camino. El uruguayo lo advierte: “Si la maquinaria militar no mata, se oxida. Es urgente una visión realmente humanista e inclusiva de la construcción de políticas pública, de edificación de una nueva sociedad, con otros valores, donde prime el respeto por la dignidad humana en todas sus formas.

(*) Coordinador de investigación de Provea

www.derechos.org.ve

[email protected]

@fanzinero

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *