En días pasados medios estatales difundieron la noticia acerca del 60% de avance de la fábrica de AK-103, una variante de la familia Kalashnikov, como parte de los convenios celebrados con la Federación Rusa.

Como se recordará, en el mes de junio del 2005 compramos 100.000 fusiles similares al gobierno de Putin, en una transacción por 54 millones de dólares. El negocio incluía transferencia tecnológica para que seamos el único fabricante de AK en la región. En consecuencia, recientemente se anunció que estaremos muy pronto en capacidad de maquilar 25 mil Kalashnikov y 60 millones de cartuchos al año.

Uno agradece que la cifra no sea mayor debido al gasto en propaganda oficial, en donde una serie de figuras públicas solicitan que Venezuela sea un «territorio libre de armas». No sé qué pensarán Winston Vallenilla, Mimí Lazo y Juan Manuel Laguardia, entre otros, de ser protagonistas de una campaña institucional que promueve el esquizofrénico desarme de los civiles legitimando la voraz carrera armamentista del Estado. Yo me sentiría como un tonto útil.

Uno agradece que la cifra no sea mayor debido al gasto en propaganda oficial, en donde una serie de figuras públicas solicitan que Venezuela sea un «territorio libre de armas»

En aquel 2005 el arribo de las primeras Ak fue acompañado de una campaña propagandística que aseguraba que los fusiles de marras eran, nada más y nada menos, «antiimperialistas».

Así lo aseguraban el centenar de franelas verdes estampadas, repartidas entre la muchachada asidua a los conciertos de Manu Chao. Lamenté no haber conseguido alguna para enseñársela a activistas como Cristina Dunaeva, una brasilera-rusa muy activa en la denuncia de las masacres del imperialismo de su país en la invasión a Chechenia, conflicto que entre los años 1994 y 2009 ocasionó 35.000 muertos entre su población civil, un altísimo porcentaje por balas de Kalashnikov.

Recientemente Amnistía Internacional lanzó una acción urgente para impedir que los rusos sigan exportando armas a Siria, las mismas que ahora están masacrando a niños, niñas y mujeres embarazadas.

Los mayores complacidos por esta comedia son los perros de la guerra, orbitando alrededor de la fábrica estatal rusa de armas Rosoboronexport. Por clientes tan generosos como Venezuela, en la última década los tovarich han superado holgadamente a Estados Unidos como exportadores de armas a la región.

Y precisamente es el gobierno que tiene una pomposa «Comisión Presidencial para el Desarme» su mayor comprador. Solamente entre los años 2000 y 2009 les compramos armas por 2.068 millones de dólares. En el 2011 encabezamos la lista de mayores compradores latinos, adquiriendo a Rusia armamento por 257 millones de dólares.

Las organizaciones populares del país debemos movilizarnos contra esta carrera armamentista, por un verdadero desarme y por la desmilitarización de Venezuela como precondición necesaria para la disminución de la violencia. @fanzinero (Rafael Uzcátegui, Tal Cual, 27.06.12)

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