Venezuela despertó los días previos a carnavales con una noticia insólita en términos de seguridad y defensa de la Nación: “Indígenas pemones del estado Bolívar, al sur del país, desarmaron y detuvieron a 43 efectivos de la Fuerza Armada Nacional (FAN)”. Lastimosamente ha sido tratado el incidente con el criterio de la banal polarización política en la que se encuentra sumergida la Nación,que simplifica cualquier hecho entre criticar o alabar cualquier incidente dependiendo del cristal opositor u oficialista con que se mire.
Los opositores encontraron en el incidente la excusa perfecta para burlarse de la Fuerza Armada Nacional, no sin razón por cierto, pero limitada su crítica a esa simplificada perspectiva. Los oficialistas se contentaron con señalar el trato respetuoso de la crisis como el origen de tan grave resultado, de oprobio sin duda para una institución militar que tiene asignada la misión de “garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico” conforme a la Constitución.
En un gobierno real a los militares que se rindieron y entregaron sus armas les aplicarían todo el peso de la Ley. No estoy diciendo con esto que debió responderse con una masacre en contra de los pemones, que tienen sobradas razones para protestar y alzar su voz frente a la corrupción y abuso que padecen en la zona, la misma de la que son objeto los yekuanas y wayúu, todos en el ámbito de las tierras que jurisdicciona el Comandante Estratégico Operacional de la Región de Guayana, el Mayor General Clíver Alcalá Cordones, quien a esta hora debería haber sido removido del cargo.
En toda esta historia, hay claramente dos puntos relevantes que no pueden perderse de vista: 1) Las causas del justo reclamo de los pemones, por una parte, al que estamos seguros no tardarán en unírseles otras etnias indígenas, que piden una desmilitarización de sus tierras. 2) La inoperancia de la FAN.
En Urimán, efectivos de la FAN, en tan solo unos minutos, entregaron sin mediar palabra 43 fusiles AK-103 y 13 pistolas con sus respectivos cargadores.
A estas alturas nos preguntamos: ¿Qué hubiesen hecho si se tratara de las FARC, el ELN o un grupo de malandros? ¿Acaso llorar? ¿Acaso salir corriendo? ¿O también entregar las armas? ¿Cómo es posible que un país que se gasta la bicoca de dos mil millones de dólares anuales en armas no tenga la capacidad operativa para solventar una situación como esta sin derramar sangre y con dignidad para la FAN?. Incluso ¿Por qué no se implementaron correctivos antes de llegar a esta situación? La jornada de Urimán es un alerta para el Alto Mando Militar sobre el nivel de apresto que poseen sus tropas. Y para el país, apenas la punta del iceberg del desastre que está ocurriendo dentro de la FAN. [email protected] (Conflictove, 14.02.13)