En agosto de 2006, funcionarios de la Policía Metropolitana detuvieron y torturaron a Yean Manuel Mijares. Lo estaban acusando por el robo de un vehículo que pertenecía a uno de los policías. Yean Manuel recibió distintas formas de tortura: lo golpearon y patearon en distintas partes de su cuerpo, le colocaron electricidad, le pusieron una bolsa plástica sobre su cabeza para asfixiarle, le rociaron su rostro con una sustancia tóxica, le colocaron un arma de fuego en su boca, le vendaron los ojos, lo ruletearon, lo insultaron y lo amenazaron de muerte. Todo para que confesara dónde estaba el carro que se había robado. La inocencia de Yean Manuel fue comprobada y un tribunal le dio la libertad plena; pero lo que no le dieron nuevamente fue la opción de olvidar lo sucedido. Hoy en día, Yean Manuel y su familia aún padecen los efectos psicológicos de la tortura.
Historias como la de Yean Manuel se repiten en nuestro país, sobre todo en los sectores populares, donde los hombres jóvenes, generalmente criminalizados por los cuerpos policiales, se encuentran más vulnerables de ser víctimas de tortura o malos tratos por parte de la policía.
La tortura es un hecho devastador en la vida de cualquier persona; siempre afecta y deja secuelas, no sólo en quien la padece directamente, sino también en el grupo familiar y en su comunidad. Por ello, es fundamental que estas personas, así como sus familiares, reciban atención médica y psicológica, para poder redimensionar la experiencia traumática, aliviar los sufrimientos y reconstruir su proyecto de vida.
En Venezuela, la tortura es una práctica recurrente de los cuerpos de seguridad del Estado. Desde 1995 hasta el año 2010, la Red de Apoyo por la Justicia y la Paz ha atendido un total de 488 personas víctimas de tortura y malos tratos. Son los funcionarios policiales o militares, encargados de velar por la integridad de los ciudadanos y las ciudadanas, quienes la practican amparándose en el poder que tienen y en la impunidad de la que gozan. Esta realidad es similar en América Latina y en el mundo entero, donde cada día son muchas las personas que sufren este tipo de abuso por parte de las fuerzas policiales.
Dos son las vías para erradicar la tortura, la primera de ellas es hacer que su práctica sea sancionada, que esta violación de derechos no queda impune y que los funcionarios incursos en la tortura sean condenados por este terrible crimen. Lo segundo, que se implementen acciones de prevención, como lo son la formación en derechos humanos a los y las policías, a docentes, a estudiantes, a funcionarias y funcionarios públicos y a las comunidades, desarrollando campañas divulgativas y de sensibilización y denunciando a los responsables ante el sistema de administración de justicia.
Desde la Red de Apoyo te invitamos a que denuncies este tipo de atropellos y a que desde tu comunidad empieces a ejercer contraloría social sobre la actuación policial para que hechos como la tortura no vuelvan a ocurrir nunca más.