Lamentable, realmente lamentable, el lenguaje que los dos principales candidatos a la presidencia vienen usando.
Desconectados de las necesidades de la gente. Apostando a la polarización que tanto daño ha causado.
En un país sacudido por la violencia en todos sus costados, tenemos una dirigencia política que no da el ejemplo. Un lenguaje que no contribuye en nada a la concordia y a la solución pacífica de conflictos.
El candidato Nicolás Maduro interviene en un evento para promover un movimiento por la paz y dedica buena parte del tiempo a calificar como enemigo a quienes en Venezuela se atreven a pensar distinto al discurso y los anhelos oficiales.
Capriles por su parte parece que sus asesores le cambiaron la seña. Su discurso no polarizado de la campaña de 2012 lo modificó por un discurso dedicado en parte a descalificar al contrincante y a veces con un lenguaje de guapetón.
Nada bueno se deja con un mensaje cargado de violencia verbal. Y el asunto es que buena parte de la dirigencia intermedia de los principales partidos no solo copia el mal ejemplo sino que lo profundiza. Hay que apostarle al lenguaje de paz, de convivencia.
No se trata de invisibilizar las opiniones políticas y las tendencias ideológicas diversas y confrontadas que existen en el país. Ello no es negativo, por el contrario es una de las maneras de vivencia de la democracia. Lo negativo es crear un ambiente que impida convivir en medio de la diversidad. Un clima que imposibilite dialogar y construir desde visiones variadas soluciones a los graves problemas que sufre la familia venezolana.
El debate político puede ser intenso pero en el marco de una cultura de paz y fortaleciendo esa cultura. La dirigencia política y los dirigentes sociales deben dar el ejemplo.
Un lenguaje para la paz debe excluir los descalificativos personales. Debe aupar el debate asumiendo que el otro tiene el derecho a pensar diferente y expresar sin riesgos esa opinión.
Un lenguaje para la paz debe estimular la resolución pacífica de los conflictos. Paz no significa que no haya conflicto. Significa que esos conflictos se puedan resolver de manera pacífica y con sentido democrático.
El país requiere un lenguaje que desarme la violencia. Como bien lo dice uno de los lemas de la campaña por el desarme. Y ese lenguaje requiere mensajes claros que lleguen a todas y todos.
Que estimule comportamientos favorables a la paz.
Exijamos a los candidatos que arrimen pal mingo.
Que ayuden, que no continúen estimulando lo que ya tanto daño ha causado.
La violencia que nos afecta día a día no es cualquier cosa. Su obra se manifiesta en vidas humanas que se pierden. En hogares perturbados por el luto.
Por lo tanto, no tenemos más alternativa que unir voluntades, fuerza e iniciativa para desarmarla. En primer lugar, con la palabra y posteriormente con todas las medidas posibles con visión democrática y humanista. Como vivimos hoy no estamos obligados a vivir en el futuro. Podemos tener un mejor país.