Comienza la “campaña “, oficialmente, porque la verdad es que en este país hemos vivido en una permanente campaña electoral en esta última década, pero de todos modos, esta será una campaña muy especial, muy corta y con reglas del juego que parecen tener diversas interpretaciones, algo así como una regla escolar de plastilina -no sirve para su objetivo.
Sí, queremos una “campaña admirable”, que a los electores nos haga sentir orgullosos de los candidatos involucrados, después de todo, el o la que gane, será el presidente de todos los venezolanos, lo que haga, lo que decida, nos afectará o nos beneficiará a cada uno de nosotros, hayamos o no votado por él, así que esperamos que la campaña admirable nos muestre las bondades de los aspirantes.
Queremos una campaña con un discurso que indique que se está pensando en nosotros, en los ciudadanos y ciudadanas, en nuestros problemas, en los que nos afectan coyunturalmente -como eso de andar persiguiendo kilos de harina de maíz, el café con leche- pues en Ciudad Guayana, ni azúcar, ni café, ni leche se consiguen, y ahora también perseguimos el nuevo “artículo de lujo”: “el papel sanitario”, los apagones, programados o no, que vuelven más caluroso el verano, más largas las noches y más cortas las jornadas de trabajo, porque a veces debemos suspenderlas antes de tiempo; también queremos escuchar qué plantean para los problemas más subterráneos, más estructurales, como la reducción de la pobreza con elevación de la capacidad productiva, de manera de hacer innecesarios programas sociales que sólo deberían ser para emergencias.
Queremos una campaña que genere admiración por el lenguaje, no sólo de altura porque las palabras no serán para insultar y descalificar, sino para servir de puente, puntos de apoyo para saltar abismos -como dice González Buelta-, palabras que sean como mano que ha soltado el puño y con mano extendida da muestra de voluntad de diálogo y entendimiento. Los candidatos deben saber que ellos tienen “poder” -capacidad para influir en otras personas- y por eso modelan pensamientos, sentimientos y conductas. Pueden usar su poder para sacar hermosas esculturas o para echar más leña al fuego, que quema y destruye. Apreciaríamos que se usara un lenguaje “admirable” y no un lenguaje que no nos saque del asombro, por su bajeza.
Queremos una “campaña admirable” en al cual se nos trate como adultos, y los grandes problemas económicos no sean disfrazados de fantasías. Se supone que los adultos podemos entender que hay problemas que no tienen soluciones ni fáciles ni a corto plazo. Queremos saber qué se va a hacer para parar esta inflación que no permite ahorrar -más bien nos empuja a gastar- que no permite que el presupuesto de este mes nos sirva para el próximo, que nos baje los niveles de angustia. Podemos entender que algún sacrificio habrá que hacer, pero la situación económica no puede ser como una enfermedad irreversible. Debe haber soluciones aunque algunas sean duras.
Queremos una campaña admirable que sea como anticipo de la convivencia pacífica que necesitamos, de otra manera cómo podremos creer que de verdad alguno será capaz de acabar con esta guerra asimétrica que mantiene balas activas en todos lados y a toda hora. La tasa de violencia, sea 50 por cada cien mil habitantes, como lo acepta el gobierno, o sea más de 70, como lo die el Observatorio Venezolano de Violencia, tiene que obligar a los candidatos y a sus equipos en enseriarse en el tratamiento de este problema.
Queremos una “campaña admirable” cuyo desarrollo no sea para sembrar miedo sino para sembrar esperanza. (Conflictove, 03.04.13)