Venezuela fue sede recientemente de un encuentro latinoamericano de educadores y educadoras, integrantes de la Red Latinoamericana de Educación para la Paz y los Derechos Humanos, espacio adscrito al Consejo de Educación de Adultos de América Latina (CEAAL). Participantes de 12 países intercambiaron, junto a cien docentes venezolanos, sus experiencias y propuestas en este ámbito relacionado con la educación en derechos humanos (DDHH).

 

Entre los participantes destacó la intervención del académico chileno y gran pedagogo Abraham Magendzo, quien aportó elementos clave sobre el sentido ético-político de la educación en DDHH.

 

El ponente recalcó que la educación en DDHH es educación para la transformación social, el empoderamiento, la emancipación de los núcleos de opresión y de los poderes arbitrarios. Una educación para la transformación de sujetos de derechos capaces de reconocerse individual y colectivamente como personas en dignidad, conocedores de sus derechos y competentes para hacer los derechos exigibles e irrenunciables.

 

La educación en DDHH apunta a ser una forma de educación para la justicia «redistributiva» del capital económico y simbólico, la justicia social del «reconocimiento» y la reivindicación de los derechos de diversas minorías étnicas, raciales, sexuales, culturales, de género, de capacidades y la justicia social de «representación», en donde todos y todas son considerados como pares para intervenir en las decisiones políticas que los y las afecten.

 

La educación en DDHH busca instalar una cultura de DDHH en todos los espacios del quehacer humano, en la vida familiar y colectiva, en el trabajo y la vida cotidiana. Hacer de los DDHH un paradigma ético de convivencia es el gran objetivo.

 

La educación en DDHH se funda en cuatro aspectos esenciales: el componente de la alteridad, entendida como el reconocimiento y la responsabilidad con el otro/otra como un legítimo otro/otra. Esto implica un paso de la heterenomía al reconocimiento de la autonomía de cada sujeto.

 

Un segundo componente de la educación en DDHH es la diversidad, la cual se genera en los más diversos campos: social, cultural, filosófico, religioso, moral y político, como hecho fáctico de toda sociedad en la que existe una variedad no coincidente.

 

El componente del diálogo entendido como instancia para desarrollar la «escucha» y el componente de problematización (ligado a la necesidad de atender temas controversiales que plantean los DDHH, tensiones y conflictos) conforman los cuatro pilares de esta concepción educativa.

 

La tarea de hacer realidad la educación en DDHH en América Latina exige lograr su adecuada contextualización, asumiéndola como constructora de democracia, con visión holística y por sobre todas las cosas, entendiéndola como una educación ético-valórica que contribuye a desarrollar una cultura real de paz para los pueblos.

 

Las nuevas orientaciones educativas en Venezuela comienzan a incorporar esta perspectiva. Pero está en cada maestro o maestra hacerlas realmente efectivas en la práctica y el modelaje cotidiano.

 

 

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