“Si quieres la paz, trabaja por la justicia”, este fue un lema muy repetido en otras décadas por grupos cristianos. Con ese lema crecí. Hacía alusión al problema de la violencia estructural”, a esa realidad de unos con mucho, demasiado, y muchos con poco o casi nada. Había que trabajar, pues, por la justicia social. Ese lema tiene vigencia. Está claro que la pobreza extrema genera violencia, está claro también que las ciudades con grandes desigualdades tienen más violencia que donde hay menos distancia entre ricos y pobres, está claro que el desempleo es una dolorosa causa de violencia.
Por esa justicia social, hay que seguir trabajando. Ahora, tal vez, añadiendo el tema de la justicia laboral, tema que en Guayana es imposible que no lo veamos como prioritario, dado la cantidad de conflictos laborales acumulados que originan serios problemas de convivencia entre los trabajadores de las empresas básicas. Sin embargo, creo que también, la Venezuela de hoy, el asunto de la “justicia para conseguir la paz”, debe ser ampliado a la “justicia penal”, la justicia que se trata en los tribunales, la que tiene que ver con el derecho al “debido proceso” (Artículo 49 de la CRBV), la que tiene que ver con sancionar al que comete un delito, la que tiene que ver con garantizar que no habrá impunidad, en fin, eso que comúnmente entendemos por “justicia.
Hay una relación directa entre justicia y paz, en la sociedad en la escuela y en la familia. Empecemos por esta última. Si en el hogar una niña siente que ha sido acusada injustamente por su hermano de haber hecho algo malo, es castigada, quedará brava y hasta que no lo diga, o “se haga justicia”, no se quedará tranquila y responderá de alguna manera. Si en la escuela una sección es castigada por algo que no se ha probado y no se les da a los alumnos la oportunidad de defenderse, que no hizo, seguro que reaccionarán. Si en la comunidad, alguien va preso por una denuncia que no ha sido verificada, los vecinos protestarán quedará el resentimiento. En todos los casos, los encargados de “administrar la justicia” deben cuidar buscar la verdad, porque de otra manera, perderán credibilidad y puede llegar un momento en que cada quien hará lo que se le ocurra, porque los “jueces” -padres, maestros- no serán respetados.
Si pasamos a la sociedad en general, la manera de administrar la justicia en Venezuela está dejando insatisfechos a los ciudadanos. La verdad es que no tenemos mucha fe en los tribunales. Según la encuesta de victimización del Observatorio Venezolano de Violencia, 4 de cada diez venezolanos piensa que el sistema judicial es malo, y un número bastante similar piensa que es regular (Informe del OVV 2008). Con un agravante, al comparar los datos del 2007 con el 2008, la percepción negativa sube. ¿Cómo saldrán los datos en el 2012? Cuando una sociedad deja de tener fe en sus jueces, puede pensar que la manera de hacer justicia es “la propia mano”, y esto es muy grave.
Las denuncias hechas por un ex magistrado del Tribunal Supremo de Justicia hay que investigarlas. La sociedad debe pedir limpieza y probidad en la administración de justicia, unos tribunales confiables contribuirán a bajar los índices de violencia, y eso es urgente en Venezuela. (Luisa Pernalete, Conflictove, 24.04.12)