“¿Se acuerdan cuando comenzamos -preguntó la maestra Yolimar- en el galponcito que la Comunidad Cristiana Católica llamaba orgullosamente La Catedral?”. Unos cuantos asistentes a la primera promoción de sexto grado de la Escuela María Teresa del Toro, ubicada en la comunidad Brisas de Orinoco, San Félix, se acordaron perfectamente. Los 36 graduandos ya casi adolescentes, que hace seis años creyeron que en el sector habría una escuela ahí estaban, recibiendo su certificado de primaria.
Los que tuvieron fe antes, a pesar de la incredulidad de muchos y de los obstáculos -no había terreno disponible, ni un ladrillo pero sí un montón de niños y niñas, y sus madres dispuestas al sacrificio que fuera necesario-, hoy tienen mucha alegría.
Creo que esa primera promoción de sexto grado en ese plantel, nacido primero como ahijado de la otra escuela de Fe y Alegría más cercana, la de 25 de marzo, es mucho más que un final de etapa, es la prueba de lo que puede hacer la constancia, la responsabilidad y una alianza sellada hace siete años cuando Fe y Alegría Guayana se comprometió con una comunidad de reciente nacimiento.
UCAB Guayana había hecho una encuesta y reportó más de 3 mil 500 familias, la mayoría formada por parejas jóvenes, y entre las dos necesidades más expresadas en dicha encuesta, salió una capilla y una escuela. Había para entonces una escuela en otro sector, pero insuficiente para toda la comunidad.
La historia de los primeros cuatro años es de ser contada: primero “La Catedral” -un local con techo de zinc y mera pared donde apretados cabían los de preescolar en la mañana y los de primer grado en la tarde, las sillas se guardaban en casa de la señora Del Valle, vecina de enfrente-; luego un par de casitas de dos señoras que generosamente prestaron un espacio de sus ya pequeñas viviendas; luego se alquiló una casita para que todos los grados estuviesen juntos y fuera más fácil la gestión; limpieza, agua fría, proporcionada por las madres voluntarias; al año siguiente se pasaron al galpón del señor Luis -que fue equipado gracias a la generosidad de la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio Loyola; pero se hizo estrecho también, así que se continuó luchando, y reuniones tras reunión van con la CVG para que concediera el terreno ubicado detrás de la capilla, que para entonces una empresa privada había construido. ¡Se perdió la cuenta de la cantidad de idas y venidas y cartas!
Era como carrera de obstáculos, alguien del equipo regional de Fe y Alegría, acompañada siempre por una docena de madres, cuyos esposos no entendían por qué tanto viaje a Puerto Ordaz, sí sólo pedían que un terreno, zonificado para educación por la Alcaldía, fuera cedido por la CVG a Fe y Alegría para construir la sede de la escuela. No pedían dinero, sólo el terreno. De nada valía argumentar el derecho a la educación de calidad y el principio del “niño prioridad absoluta”, contemplado en la Lopnna.
Por fin, el 31 de julio de 2008, en una reunión ampliada en la Gerencia de Bienes e Inmuebles, en el marco de una “mesa técnica” con un montón de puntos, fue cedido, el terreno, luego del abordaje de los argumentos que esgrimieron las madres de siete consejos comunales y Fe y Alegría.
Los aplausos no fueron el final de la carrera. La construcción comenzó en enero de 2009, y en marzo, invadieron la otra mitad del terreno. ¡Otra batalla más! Pero hoy, en 2012, hay un hermoso local para preescolar y primaria, digno, como debe ser, que alberga muchas sonrisas de niños y niñas. Ahora sueñan con que se conceda otra parte del terreno para hacer el parque infantil, la ampliación hasta el tercer año de bachillerato… “Donde no se podía se pudo”, decía el padre José María Vélaz, fundador de Fe y Alegría. Eso se ha repetido muchas veces y Brisas de Orinoco es una prueba del milagro de la perseverancia. Eso también es construir paz. (Conflictove, 26.07.12)