Luego de los resultados electorales del pasado domingo se desató por las redes sociales un diluvio de insultos y descalificaciones entre algunos que sufragaron por el presidente Chávez o por Capriles. Expresiones de intolerancia y racismo, que reflejan una conducta absolutamente antidemocrática.
La polarización en el campo político ha arraigado poco a poco un lenguaje cargado de violencia y de descalificación contra quienes piensan distinto. Se cimienta así progresivamente una sociedad cargada de rabia y rencor, una sociedad de antivalores para la coexistir en medio de la diversidad.
Es lamentable que incluso en los primeros niveles de escolaridad nuestros niños y niñas contaminados por la agresividad de los adultos usen expresiones como majunche, tierrudos, etc. Se va inculcando paulatinamente una cultura donde el insulto y la descalificación se asumen como natural en el lenguaje cotidiano con el cual nos expresamos en la escuela, la familia, y la comunidad.
Una maestra que trabaja en un colegio privado en un sector de clase media me comentaba que los niños para descalificar al otro se decían “chavista” como expresión de insulto. Y nada más legítimo que sentirse chavista u opositor. Pero ello que debería ser absolutamente normal se usa para agredir incluso en algunas ocasiones para intimidar.
Los resultados electorales son contundentes en confirmar que el país está electoralmente fracturado en dos grandes bloques. Dos bloques conformados por hombres y mujeres que estamos obligados a cohabitar en un mismo territorio y afectados en la vida cotidiana por problemas comunes como la inseguridad, la inflación y el desempleo. Dos sectores de la población con la misma aspiración de un presente y un futuro mejor. Venezuela es una y a la vez es diversa y plural. Esa realidad debemos todas y todos administrarla con profundo sentido democrático.
Lograr más y mejor democracia en el país pasa por debilitar la intolerancia y aupar el respeto por el otro. Comprender que cada quien tiene el pleno derecho a profesar y reivindicar sus opciones políticas.
Es urgente y necesaria una construcción colectiva de un lenguaje para la convivencia democrática. Y en ello juegan un papel fundamental los líderes políticos y sociales así como los medios de comunicación.
Además, cada padre y cada madre en este país deben reflexionar sobre la manera como pueden estar incidiendo negativamente en los niños y niñas al sumarse en sus conversaciones cotidianas a la practica de la descalificación y la intolerancia. Los adultos tenemos hoy una gran responsabilidad. De nosotros depende que impere el diálogo, la cordialidad, el respeto y la resolución pacífica de los conflictos. Pero de nosotros también depende en gran parte los valores que imperen en los jóvenes de hoy y del mañana.
Da tu aporte. No cuesta mucho. Apuesta y trabaja para que prevalezca la tolerancia y la paz para una convivencia democràtica.