Pablo Fernández

Hemos analizado en sucesivos artículos el fenómeno de la discriminación escolar. Hoy finalizamos abordando posibles soluciones.

La escuela juega un rol clave en esta tarea de luchar contra la discriminación, por ser el primer espacio público de participación social extrafamiliar y en la actualidad el único escenario en el que se puede construir cierta articulación social. Ni la súper autopista de la información ni la aldea globalizada son espacios públicos, es decir, de justa distribución de oportunidades de comunicación, información, trabajo, consumo, participación y creación de sentidos integradores. Ese espacio está reservado a la escuela como lugar de encuentro para construir lo justo, reconociéndonos iguales en nuestras diferencias, sin que esta diversidad de identidades implique avasallar las libertades de nadie.

Desde la Pedagogía Crítica se cuestiona la inequidad educativa, el etnocentrismo, los proyectos curriculares totalitarios, el privilegio de la cultura occidental y la represión de las voces de aquellos que viven alejados de los centros de poder, elementos que impiden el logro de los objetivos antes enunciados. Es imperativo modificar esa situación a partir de la implementación de políticas públicas (tanto a nivel central como local y regional), la democratización del currículum (incorporando el tema de la discriminación y su análisis histórico, sociocultural y psicológico) como parte del proceso integral de democratización educativa, y la recuperación con los y las estudiantes de sus experiencias y vivencias vistas con espíritu crítico, lo cual implica enfrentar conflictos y contradicciones que se darán naturalmente en un diálogo de visiones diversas.

También se impone la necesidad de trabajar en la gestión escolar y la formación profesional docente, que permitan ampliar la toma de conciencia sobre la problemática de la discriminación y fomentar su tratamiento más explícito, des-silenciando y visibilizándolo en la escuela.

Otro aspecto importante pasa por la revisión de las normativas escolares y disciplinarias, filtrando en ellas aquellos aspectos que puedan favorecer prácticas discriminatorias o negadoras de la identidad propia de los educandos.

Asimismo, es necesario aportar a los educadores materiales educativos que les permitan trabajar esta problemática, integrándola adecuadamente a los proyectos de aula e incluso en la matriz de desarrollo de los proyectos pedagógicos del plantel.

La educación para la tolerancia y el respeto a las diferencias pasa necesariamente por la coherencia de actitudes y conductas, recordando que tanto las que afianzan la discriminación como las que la evitan se aprenden por modelaje en diversos contexto sociales, empezando por el hogar y siguiendo con la escuela, las instituciones religiosas y las organizaciones públicas.

Si la igualdad de oportunidades no pasa del discurso a la realidad educativa, la discriminación seguirá instalada y reproduciéndose inexorablemente en la vida de nuestras escuelas. (El Universal, 22.02.10)

Pablo Fernández es Coordinador de la Red de Apoyo por la Justicia y la Paz

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *