En la reciente XV Conferencia Internacional de la Organización de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, realizada en el mes de diciembre en la ciudad de Copenhague, el presidente venezolano cautivó al auditorio con un desafiante discurso: “el cambio climático es sin duda el problema ambiental más devastador del presente siglo, inundaciones, sequías, tormentas severas, huracanes, deshielos, ascenso del nivel medio del mar, acidificación de los océanos y olas de calor, todo eso agudiza el impacto de las crisis globales que nos azotan. La actual actividad humana supera los umbrales de la sostenibilidad, poniendo en peligro la vida en el planeta”. El primer mandatario venezolano ventiló afirmaciones apoyadas por cualquier persona sensible con las problemáticas medioambientales, así como con la situación de pobreza padecida por millones de personas en el mundo entero. Sin embargo, el presidente Chávez olvidó mencionar que, dentro de la región, Venezuela es una de las principales contaminantes por un modelo desarrollista, primario exportador energético, que él mismo ha profundizado en la última década.
En el año 2006 el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), junto a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales de México difundieron el informe “El cambio climático en América Latina y el Caribe”, el cual intenta visibilizar tanto el aporte de los gases de efecto invernadero (GEI) producidos por la región como las consecuencias del flagelo para los delicados ecosistemas de la región. Según el estudio en términos porcentuales, América Latina tiene una baja contribución a la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, aunque su contribución anual se incrementa año tras año. Se ha estimado que las emisiones anuales de CO2 equivalente representaron alrededor del 12% del total mundial de emisiones para el año 2000. Por otra parte, cuando se examina el conjunto de las emisiones de GEI, la contribución latinoamericana a las emisiones globales es del orden del 7% para el año 2000 y se espera que en el año 2050 su participación sea del 9%.
La zona de América Latina y el Caribe produce el 4,3% de las emisiones globales totales de dióxido de carbono por procesos industriales, y un sorprendente 48,3% de las emisiones causadas por cambio del uso de suelo. Las emisiones de metano derivadas de las actividades humanas representan el 9,3% del total mundial. La media de las emisiones del dióxido de carbono per capita en 1995 fue de 2,55 toneladas (debajo de las 11,9 toneladas calculadas para las economías de altos ingresos), 19,93 toneladas para Norteamérica, 7,93 para Europa y Asia Central, 7,35 para el Oeste de Asia y también por debajo del promedio mundial de 4 toneladas.
Al desagregar los datos evidencian que las emisiones de GEI no son generadas en igual proporción por todos los países de la región. En términos generales, poco más del 70% de las emisiones en América Latina y el Caribe proviene de cuatro países: Brasil, México, Venezuela y Argentina, a quienes dedican párrafos especiales. Para el caso venezolano se registra la producción de 190,8 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono en 1990. El sector energía (principalmente combustión de energéticos fósiles) originó un 56% de estas emisiones, y el cambio en el uso de suelo y silvicultura produjo el restante 44%. Las emisiones de metano se estimaron en 3,2 millones de toneladas métricas, originándose básicamente en los sectores de energía y agricultura (un 58% y un 30% respectivamente). Por otra parte el dióxido de carbono fue el gas emitido en mayor cantidad en el año 1999, entre los distintos subsectores del sector energía. Sin revelar ninguna sorpresa, establecen que las emisiones más significativas provienen de las industrias energéticas, principalmente derivadas del consumo de gas natural por la industria petrolera y las plantas termoeléctricas. En segundo lugar están las emisiones derivadas del consumo de combustibles fósiles del sector transporte y a éstas le siguen las emisiones por consumo de energía de la industria manufacturera y de la construcción. La industria petrolera es también una fuente importante de emisiones de metano, como resultado de la liberación de gas natural en los procesos de extracción, producción, transporte y almacenamiento de petróleo y gas.
Si bien el aporte de la región, y específicamente el de Venezuela, no son importantes en el total global, habría que añadir que el énfasis en su exportación de recursos energéticos al mercado mundial, literalmente, es el combustible que enciende los hornos del calentamiento global. A pesar de que nuestro país es el sexto sector con mayor población de América Latina posee el cuarto parque automotor más grande, de lo cual son testigos las insufribles trancas de tránsito presentes en sus principales centros urbanos. Y, en triste contraparte, nuestros sistemas de transporte público son los más rezagados de Suramérica.
Como bien lo expresó el primer mandatario, el fenómeno del calentamiento global esta cambiando las temperaturas y estaciones en el mundo entero, fenómenos que ya experimentamos. Pero la situación nos obliga a repensar el modelo de producción y desarrollo que hemos construido en el país en las últimas décadas, nuestros estándares de consumo y la forma en como nos hemos venido vinculando con la naturaleza. Y para esto hace falta más que un esporádico discurso incendiario. (Correo del Caroní, 22.02.10)