Lo que viene: más protestas por reivindicaciones sociales y económicas, y más represión
El gobierno debe cambiar radicalmente de actitud y dejar de lado el discurso confrontacional
Las protestas suben, bajan, fluctúan, pero no se detienen. Diariamente vemos el descontento social, político y popular en pleno movimiento. Así lo confirman el monitoreo diario realizado por Conflictove y los estudios del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS). Una de las conclusiones a las que hemos llegado es que en nuestro país la gente no teme tomar las calles para protestar, y los que más están protestando ahora son los trabajadores, vecinos, estudiantes universitarios y familiares de presos.
La gente sigue en la calle
A pesar de la política de criminalización y de la represión desatada por el gobierno, la gente no deja de salir a las calles a ejercer su derecho a la protesta. Las cifras publicadas por el OVCS en el primer semestre de 2014 nos revelan algunas pistas interesantes que pueden darnos luces de los que nos espera para los próximos meses. En febrero y marzo la protesta venezolana alcanzó picos históricos, sobrepasando las 2 mil protestas en un mes, luego fue disminuyendo progresivamente hasta estabilizarse, a finales de junio, en los índices habituales de la protesta, que no está de más recordar, que son bastante altos, con unas 15 protestas diarias en promedio.
Lo que viene
Mirando un poco más allá de las estadísticas notamos ciertos aspectos que pueden marcar la conflictividad en las semanas próximas: las protestas por reivindicaciones sociales y económicas, y la militarización y uso de prácticas autoritarias y represivas por parte del gobierno.
Es imposible dejar de lado la crítica situación económica que atravesamos, situación que incide, sin lugar a dudas, en la conflictividad general. El Estado está incumpliendo con sus compromisos con la inmensa masa laboral que depende de él, está además desatendiendo la deuda en cuanto a la discusión y firma de contratos colectivos. Pero la crisis económica está incidiendo también en el sector privado de la economía y en la prestación de servicios públicos.
Además, existen una serie de problemas acumulados, sobre todo deuda social y escasez de productos alimenticios y de medicinas, que no van a poder ser solucionados al corto plazo por el gobierno, porque implica inversión de recursos económicos que, por los vientos que soplan, andan escasos. Vivienda, cárceles, insumos para la industria, medicinas, alimentos, sistema público de salud, son algunos de los sectores que se han visto muy afectados y que están siendo causa de descontento de la ciudadanía hoy en día.
Se está cocinando un caldo de cultivo que podría ser factor, en un futuro próximo, de más, y más extensas, protestas.
Mano dura
Ante el aumento de la protesta y de los reclamos, el gobierno parece recurrir a la represión como principal instrumento para sofocarlas, olvidando que por mandato constitucional y por respeto a los más elementales derechos humanos, está obligado a escuchar, a articular políticas donde los ciudadanos sean sujetos activos y protagonistas y olvidando también que el gobierno -y todos los Poderes- están al servicio de la gente. ¿Gobierno participativo? ¿Democracia participativa y protagónica? Parece que el texto constitucional para quienes ejercen cargos de gobierno es solo eso, un texto.
Para muestra un botón, esta semana más de 700 reclusos del Instituto Autónomo Policía del estado Sucre (Iapes) se declararon en huelga de hambre denunciando malos tratos durante las requisas practicadas en los calabozos de este recinto. Sus familiares, principalmente mujeres, también protestaron en distintos puntos de la ciudad para denunciar los malos tratos. La respuesta del gobierno fue la presencia de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) en los puntos de las protestas desatando un enfrentamiento que dejó a más de 100 familiares de reclusos detenidos.
Voluntad política ausente
Si el gobierno desea calmar las protestas y propiciar un clima para la negociación y el diálogo con los numerosos sectores que hoy reclaman derechos, tiene que cambiar radicalmente de actitud en los hechos y dejar de lado el discurso confrontacional -recordar la visita de Diosdado Cabello a Guayana- que ha usado en los últimos tiempos, pero parece que el dialogo democrático, la resolución y transformación de los conflictos no calan en la mentalidad de quienes dirigen al país.