RafaelUzcategui-ProveaLos sociólogos hablan de tejido social para referirse a las relaciones interpersonales, establecidas libremente por los individuos en un contexto determinado, que dan cohesión y unión al conjunto de personas y grupos sociales. Desde 1999 se dio inicio en el país a un proceso de polarización política, tras el recambio burocrático estimulado por el denominado proyecto bolivariano, que rompió u debilitó muchas de estas libres relaciones horizontales retejiéndolas en dirección vertical hacia las cúpulas de los bandos en conflicto.  

Como ha explicado a través de estos años la psicóloga venezolana Mireya Lozada siete elementos caracterizan psicológicamente el proceso de polarización social sufrido por amplios sectores de la población venezolana a lo largo del conflicto de los últimos años:

  1. Estrechamiento del campo perceptivo (percepción desfavorable y estereotipada del grupo opuesto que genera una visión dicotómica y excluyente: “nosotros-ellos”).
  2. Fuerte carga emocional (aceptación y rechazo sin matices de la persona o grupo contrario)
  3. Involucramiento personal (cualquier hecho afecta al individuo).
  4. Quiebre del sentido común (posiciones rígidas e intolerantes suplantan la discusión, el diálogo o debate).
  5. Cohesión y solidaridad al interior del propio grupo y conflicto latente o manifiesto entre grupos opuestos.
  6. Familias, escuelas, iglesias, comunidades u otros espacios sociales de convivencia se posicionan en alguno de los polos de la confrontación.
  7. Personas, grupos e instituciones sostienen las mismas actitudes de exclusión, rigidez o enfrentamiento presentes en la lucha política.

Las consecuencias han sido múltiples. Una de ellas, que ha incidido en el debilitamiento en el disfrute de derechos humanos, ha sido la fragmentación, división y cooptación de los movimientos sociales y populares del país.

Si bien se han roto muchos de las complicidades políticas, por agendas y temáticas diversas, que caracterizaron la movilización ciudadana que precisamente llevó a Hugo Chávez al poder, las personas se han recluido en zonas de confort donde continúan intentando satisfacer cooperativamente sus necesidades. A pesar que el Poder, en mayúsculas, ha intentado franquiciar la solidaridad y el altruismo, este continúa practicándose, aunque confinado a espacios más privados. Y esto es así porque los humanos tenemos una tendencia natural al apoyo mutuo.

Un ejemplo lo constituye una respuesta, no muy visibilizada, a la situación de escasez y desabastecimiento generalizado, tanto de productos alimenticios como de medicinas. Vayamos por partes. Seguramente usted habrá escuchado las versiones acerca que los llamados “bachaqueros”, las personas que revenden los artículos a precio regulado, son los responsables del descalabro. Y quizás le parezca plausible, si usted ha estado en una cola por horas y ha visto cómo el microtráfico de aceite y harina pan, antes sus ojos, ha hecho que se acaben justo antes que tocara su turno. Sobre esta situación dos cosas: a) Si hubiera la producción necesaria de los artículos no habría no cola ni revendedores; b) Ya que no la hay, es un comportamiento económico racional hacer negocio con productos que ofrecen una ganancia si son transportados de un sitio a otro (del supermercado a la simple calle).

Lo que deseamos en este texto no es encontrar las razones de la ausencia de productos en los anaqueles, sino en una variante de la reventa que, efectivamente ha existido, pero que ha tenido motivaciones diferentes a las del lucro. Lo llamaremos “bachaqueo solidario” (BS) y, seguramente usted ha escuchado de él. Se trata de esas redes de intercambio creadas por las personas para intentar redistribuir las mercancías a quienes las necesitan. El BS se ha generalizado, en primer lugar, entre los miembros del grupo familiar, siendo los parentescos precisamente una zona minada para las intenciones colonizadoras de la polarización. Son los abuelos, tios, primos, cuñados y etcéteras que, al tener oportunidad, compran artículos para satisfacer las necesidades de sus seres queridos.

Un segundo nivel de BS, tan igual de loable en sus intenciones, son las redes de apoyo para la búsqueda de medicamentos. Amplificada a un mayor nivel tecnológico que la familiar, que funciona de boca en boca, el BS en medicinas ha utilizado las llamadas redes sociales para poner en contacto personas que no se conocían entre sí, una que tenía la medicina y otra que lo requería. Y son bastantes los casos en que la gente no aceptaba dinero, sino la satisfacción de haber apoyado a otro en la recuperación de su salud. Hoy por ti mañana por mí, puro sentido común. Desde quijotes solitarios hasta organizaciones que han creado tramas para acercar los enfermos a los medicamentos, incluso trayéndolos del exterior en maletas de viajeros casuales.

El BS es un ejemplo de cómo, a pesar de las adversidades y las profecías agoreras, seguimos siendo un pueblo noble, que necesita estímulos mejores que los que tenemos ahora para sacar lo mejor y más luminoso de sí. Y sí el BS es una gimnasia previa a la solidaridad a secas, como repite la publicidad aquella, tenemos con qué.

(*) Coordinador General de Provea

Una respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *