Los resultados de las elecciones parlamentarias el pasado 6 de diciembre indican que la mayoría de la población está descontenta con la manera como el presidente Nicolás Maduro viene ejerciendo su gobierno. Me atrevo a afirmar que muchos incluso de los que votaron por la opción oficialista también se sienten descontentos pero siguen dando un voto de confianza para rectificar.
Ante el clamor de cambio la respuesta de buena parte de los altos funcionarios del gobierno es lamentable. Poca autocritica. El Presidente continúa con sus discursos discriminatorios y excluyentes buscando además culpables sin asumir sus responsabilidades y las de su equipo de gobierno.
Ojalá esa actitud cambie y se puedan a empezar a ver rectificaciones. Si el gobierno mejora su gestión la población se beneficiará y cualquier persona sensata dará apoyo a toda medida positiva que se adopte.
Los diputados y diputadas que inician su gestión el próximo mes de enero tienen una alta responsabilidad con el país. No solo la mayoría opositora sino también la minoría oficialista. El parlamento debe volver a convertirse en una institución donde se dé ejemplo de democracia, de tolerancia y de querer aportar para lograr un mejor país.
Pero sin duda la mayor responsabilidad la tendrán los y las parlamentarias de la oposición. Tendrán que demostrar que no solo se trata de cambiar personas, sino de gestionar de una manera distinta a favor de la gente y de contribuir a la solución de los graves problemas que aquejan a las familias en Venezuela.
No pueden sustituir un autoritarismo por otro. El primer paso para demostrar se actuará diferente es dar voz en la directiva de la Asamblea a más de cinco millones de personas que votaron por la opción gubernamental. No hacerlo, es repetir lo que se criticó hace cinco años cuando se excluyó a la oposición. La manera como se conformen las comisiones parlamentarias igualmente no puede ser de la misma manera que en la gestión que culmina. Si esa amplitud no se demuestra ya se está empezando con un plomo en ala.
Hay temas de debate que le interesarán a las fracciones parlamentarias, pero la agenda debe priorizar los graves problemas que afectan el país buscando consensos mínimos. Inseguridad, alto costo de la vida, escasez, lucha contra la corrupción, servicios públicos de salud, la mejora de las misiones sociales, presupuesto para las universidades, la grave situación de las personas privadas de libertad y las fallas estructurales del sistema de justicia entre otros.
Legislar para garantizar derechos y con sentido de progresividad. En tal sentido tendrán la responsabilidad de reformar leyes que restringen derechos y criminalizan además la protesta social y promulgar leyes que amplíen el ejercicio y disfrute de los derechos.
El denominado parlamentarismo de calle no es una iniciativa mala. Bien implementada y no convertida en un show politiquero permite acercar el parlamento al ciudadano y escuchar sus inquietudes.
Fundamental será ejercer control sobre los otros poderes públicos y principalmente sobre el Ejecutivo Nacional. La interpelación de los altos funcionarios y la realización de investigaciones donde se le presenten resultados al país son dos mecanismos que podrán contribuir a que el pueblo tenga más confianza en el parlamento y a su vez obligar a una gestión pública más transparente.
En todo aquello donde el parlamento demuestre una gestión distinta en positivo, legislar para el mayor disfrute de los derechos y luchar contra la impunidad y la corrupción, ahí contaran con nuestro apoyo. De lo contrario, como es nuestro deber, cuestionaremos todo lo que sea contrario a los derechos humanos y a los valores democráticos. Aspiramos tener mucho trabajo en el primer escenario.
Me suscribo completamente: lo que necesitamos es aprender a convivir todos, cada quien haciendo su trabajo y sin en contra de la otra parte…..
perdonen el error: y sin ir en contra…