Ese ser que nos gobierna, en sus ya habituales clases magistrales -cree él- televisadas, introdujo hace ya tiempo el término “hombre nuevo” para darnos a entender que es eso lo que se está creando en Venezuela bajo su sabia conducción en ese tránsito a lo que él mismo llama, Socialismo del Siglo XXI.

Como sucede tantas veces con el personaje en cuestión, el concepto “hombre nuevo” lo toma al vuelo y con pinzas de otra parte (Che Guevara), lo vierte sobre un mezclote de referencias históricas, religiosas e ideológicas de diferentes corrientes del pensamiento y lo zumba para la calle. El aparato propagandístico se encarga de lo demás con cadenas de radio y televisión, afiches, folletos, franelas y slogans.

Arriba -en las alturas del poder, del gobierno y del partido único así por decreto- el hombre carece de esos principios humanísticos que dibujaba Che como requisitos fundamentales en la construcción del Socialismo. Ese hombre, atrapado en la línea de mando, algunas veces mandando y otras simplemente asistiendo y asintiendo, le da forma y apoyo a un gobierno que mezcla a su conveniencia pueblo, amor, odio, ineficiencia y robo. Un hombre que para ganar dinero y avanzar -o mantener posiciones- es capaz de actuar sin ningún tipo de escrúpulo. Un hombre que calla las realidades que ve en su entorno y se hace cómplice de la podredumbre que comienza a cubrir con su fétido manto la gestión de gobierno.

Abajo, donde estamos los simples mortales, el hombre mata para robar un teléfono celular. Saquea la carga de camiones accidentados, aun sin importar que los cuerpos, -aún calientes- de quienes lo conducían están a la espera de los organismos de rescate. Se toma la justicia por su mano y participa en el linchamiento de un azote de barrio, o se encierra en la protección que brinda su casa, abstrayéndose de la infinidad de problemas que agobian al hombre común, como él.

Ese “hombre nuevo” que pretenden encasquetarnos, lejos de estar “guiado por grandes sentimientos de amor” o de tener “una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de la justicia y de la verdad” como lo idealizó Che Guevara, es un hombre que en lo básico es el mismo de siempre en Venezuela, pero que ahora tiene, además,  una gran carga de odio y resentimiento, alimentado durante todos estos años con el discurso confrontacional del susodicho y con el lenguaje y la acción de algunos de los sectores que adversan al presidente y a su proyecto, ingredientes estos que lo convierten en un “hombre chatarra”.

Mikel de Heras
Publicado en conflictove.wordpress.com

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