Lo adecuado para un país es que las autoridades de los ministerios de educación dialoguen con las universidades y sus autoridades democráticamente electas. En Venezuela ello ha sido muy difícil porque el ministro de Educación Superior, Edgardo Rodríguez, mantiene inexplicablemente una posición muy dura contra las universidades.
Con motivo de la discusión del presupuesto, al ministro Rodríguez se le ha ocurrido una idea muy peligrosa, que consiste en asignar el presupuesto según el número de alumnos de cada universidad.
Si esta política se aplica, a la Universidad Central de Venezuela y a la Universidad Simón Bolívar, por ejemplo, se les tendrían que rebajar el presupuesto. Esto sería un absurdo. El número de estudiantes es apenas un elemento para distribuir el presupuesto. Si se guía por ese criterio, lo que va a ocurrir es que las universidades van a comenzar una carrera alocada por aumentar la matrícula en desmedro de la calidad. Se utilizarían artificios tales como la educación a distancia u otras modalidades no presenciales para simular una matrícula que no existe. Cuando la matrícula estudiantil comienza a aumentar, el problema inmediato que surge es la cantidad y calidad de esos profesores para impartir docencia, y es por esa situación que en varias universidades de reciente creación sus profesores no están capacitados para dar clases de forma rigurosa como se exige en educación superior. Médicos mal formados son un peligro para una sociedad, por citar un caso. Esas universidades con matriculas sobredimensionadas, por lo general, no realizan investigación y sus profesores no tienen publicaciones acreditadas.
Una política presupuestaria debe tomar en consideración, a parte del número de estudiantes, factores tales como la investigación, la calidad de sus profesores, la infraestructura física, entre otros, porque una universidad no es solamente un edificio construido a última hora. Por tanto, las universidades merecen un mejor trato por parte del ministro Ramírez, porque una universidad no es un liceo grande sino un centro de saberes, donde se cuaja el pensamiento y se forman los profesionales del futuro.
José Guerra
Economista