Las agresiones contra el gremio médico en los hospitales públicos se han incrementado en los últimos meses, al punto que los especialistas afirman que han cambiado sus rutinas, sobre todo en las noches.
La mayoría de los galenos prefieren esperar a que amanezca para poder salir de los hospitales y así evitar ser víctimas del hampa, o sufrir alguna agresión por parte de familiares de pacientes.
Quien no esperó la luz del sol fue la estudiante del sexto año de medicina de la Universidad de Carabobo, Elialberth Uzcátegui Mendoza, de 24 años.
La joven fue asesinada por un grupo de maleantes que la interceptó al salir del hospital universitario Ángel Larralde de Naguanagua, cuando salió de cumplir su guardia, la madrugada del domingo.
Tras este hecho, el tema de la seguridad en los hospitales está de nuevo en la agenda nacional. Y aunque no es asunto nuevo, el nivel de violencia se ha ido incrementando. El pasado domingo familiares de un paciente ingresaron a las instalaciones de la Emergencia Pediátrica del hospital Domingo Luciani, en El Llanito y rompieron a pedradas algunas puertas. El 5 de agosto, en las afueras del Periférico de Catia hubo dos fallecidos en las puertas del centro durante un tiroteo.
El Universal conversó con varios médicos, pero ninguno quiso que su nombre fuera publicado, por temor a sufrir represalias. Un médico que labora en el hospital Miguel Pérez Carreño explicó que ha sido víctima de grupos vandálicos que lo han atacado dentro del centro de salud.
Dijo, que así como a él lo han golpeado familiares y pacientes, a varios colegas les ha pasado lo mismo o, incluso, las agresiones han sido mayores.
Un ejemplo de ello es el intento de violación que vivió una doctora en el hospital Pérez de León de Petare, en agosto del año pasado, cuando un hombre ingresó a la habitación de descanso donde se encontraba y se lanzó contra ella para dominarla. Hubo un forcejeo y el sujeto la golpeó y huyó.
«Este tipo de hechos lamentables se viven con frecuencia en los hospitales, sobretodo en horas de la madrugada cuando la seguridad merma», destacó el médico.
Los galenos afirman que su rutina ha ido cambiando en respuesta a la inseguridad: cuando salen en horas nocturnas de los hospitales no encienden las luces de sus vehículos y conducen a alta velocidad, se quitan todo tipo de prendas de vestir que los identifique como médicos, o no salen de las instalaciones a la hora de comprar alimentos por temor.
«Igual, al tomar estas previsiones no estamos del todo seguros, pero al menos garantizamos un poco de tranquilidad», dijo el médico.
Asegura que muchos familiares, sobretodo de pacientes que ingresan presentando impactos de bala, son los más violentos. «Nos amenazan, nos gritan e insultan para que los atendamos primero. Este tipo de situaciones se escapan de nuestras manos».
En promedio, según destacaron los especialistas, en el hospital Pérez Carreño ingresan, los fines de semana, hasta 15 heridos de bala en una noche. Y de 50 hospitalizados, 40 son por disparos.