A pesar de los anuncios y de las promesas hechas primero por las autoridades del Ministerio de Interior y Justicia y luego por las del Ministerio de Servicios Penitenciarios, la emergencia carcelaria no cesa.
2012 se convirtió en el año más violento de los últimos 14 en las cárceles venezolanos. Con solo un año de haber entregado la administración de las cárceles a un ministerio creado para ello, se totalizaron 591 privados de libertad muertos. El segundo lugar lo ocupa 2011 con 560 víctimas y el tercero, 2007 con 498.
La cantidad de muertos, según muestra el informe del Observatorio Venezolano de Prisiones, no es el único problema que viven las cárceles. El hacinamiento también es uno de los fracasos de la gestión. Para 2012 había una población de al menos 48.262 internos, pero la capacidad instalada de los 34 penales que hay en el país es de 16.539 reclusos, es decir que hay un excedente de 31.723 reos.
Ante esta situación y la desatención que los reclusos aseguran ha habido, ellos mismos decidieron organizarse. Así se convirtieron en un estado paralelo. Con líderes que tienen el poder suficiente para negociar con el Estado y no, simplemente, cumplir lo establecido por las autoridades. Es así como en los centro penitenciarios hay discotecas, minitecas, piscinas, mangas de coleo y de rejoneo, pistas de motocross, ciber cafés, bunkers blindados, armas, municiones, droga y hasta shows con strippers, organizados por los líderes de cada centro y no por las autoridades.
Además, según estudios de organizaciones no gubernamentales como Paz Activa, hay cuatro delitos que se organizan desde las cárceles: sicariatos, extorsiones telefónicas, secuestros y distribución de armas y drogas. «Se supone que desde una cárcel no deben cometerse crímenes, pero ocurre», explica Luis Cedeño, coordinador de Paz Activa. Según esta ONG, desde los centros penitenciarios se tiene la logística suficiente para hacer «minería de datos». «Eso no es más que conseguir varias bases de datos y cruzarlas para tener más información de una persona. Basándose en eso, llaman y extorsionan. Que de 100 o 150 llamadas logren que dos o tres interlocutores caigan en la trampa del miedo, para ellos es ganancia».
«El número de armas y municiones, y las cantidades de droga que se decomisan en una cárcel son demasiados para el consumo interno. Las cárceles se usan como centro de distribución», explica Cedeño.
De acuerdo a fuentes del Cicpc que prefirieron mantener su nombre bajo anonimato, una buena parte del hurto de vehículos en la capital es controlado desde la cárcel de El Rodeo. Al parecer, reclusos controlan bandas en la Cota 905, La Vega y El Cementerio. Antes, estas organizaciones eran controladas por reclusos que estaban en La Planta, de El Paraíso; una vez trasladados a El Rodeo, la inteligencia arroja que las órdenes salen desde ahí.
Pero además, lo índices de secuestros de 2011 mostraron un pico que alarmó a las autoridades cuando un grupo de internos se fugó de El Rodeo II en medio de casi un mes de guerra campal entre militares y reos.
Los efectivos indicaron que además algunos reclusos liberados con boletas de excarcelación salen a secuestrar.(El Universal;16.06.2013)