Este es el nuevo mecanismo utilizado en la entrada de Abasto Bicentenario para evitar que la gente se colee con los que están más cerca de la entrada.
Los consumidores culpan a los efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana de la desorganización causal de las protestas de esta semana.
“Desde que la Guardia tomó el control esto se echó a perder”, se escucha decir a unas mujeres y otras que lo validan. La militarización del establecimiento, una medida tomada después de un conato de saqueo simultáneo a los de la avenida Manuel Piar el 31 de julio, trajo consigo la desaparición de los números, algo que resienten quienes padecen las consecuencias.
No es solo la falta de orden lo que aqueja a los compradores. Denuncian que, en la noche del jueves, la GNB arremetió contra un grupo de personas que intentaban entrar al abasto con perdigones y golpes con cascos. Aunado a esto, afirman que es normal recibir respuestas burlonas e insultos por su parte a lo largo del día. Mendoza lleva dos días sin asistir a su trabajo por estar esperando para comprar comida, y relata que prefería comprar con el viejo sistema, donde los trabajadores del abasto o los mismos compradores se organizaban por número de llegada o lista para agilizar la venta. “Nosotros no venimos a pedir nada, venimos a comprar (…) Y es un sacrificio que tenemos que hacer”.
A pesar de que los funcionarios se mantienen en las puertas del Centro Comercial Zulia durante toda la jornada, los clientes no se sienten más seguros que en las noches, cuando quedan bajo su propio riesgo acampando para custodiar su turno. “Nos cuidamos entre nosotros todo el día (…) El servicio aquí es pésimo, pero el gobernador dice que aquí todo está bello”, dijo una señora que prefirió no identificarse.
Adulto mayor en el olvido
Tras la protesta del jueves, un grupo de personas en la fila designada para la atención preferencial manifestó su malestar al ser dejados a un lado por quienes garantizan acceso al Bicentenario.
“Nosotros necesitamos que nos atiendan, somos de la tercera edad. Pasan a los jóvenes y a nosotros no”, dijo Matilde Hernández, que habita en la UD-340. Dos compradoras más la acompañaban, una de las cuales portaba el carnet de su hijo discapacitado.
Las condiciones de precariedad a las que se ven sometidas estas personas durante su estancia en la cola las ha obligado a cometer actos bochornosos que los mortifican. “Yo me hice pipí porque no tenía a donde ir (al baño)” admite la señora Matilde, mientras una de sus acompañantes llora por la desesperación y los demás clientes corean: “!Que saquen a la Guardia!”.
Los casos de violaciones a los derechos civiles por parte de funcionarios oficiales han proliferado en establecimientos pertenecientes al Estado venezolano que, en lugar de ofrecer la ayuda social que prometen con la Misión Alimentación, han generado un problema más para un pueblo que solo desea adquirir alimento para sus hogares. (Correo del Orinoco. 17.08.2015)