El hambre no solo se hace sentir en los salones de las escuelas del país. También viaja en el taxi del señor José Palacios y acompaña a Ana Luisa Velásquez en sus más de ocho horas de trabajo, mientras limpia uno de los centros comerciales más grandes de la capital. “Si desayuno, no almuerzo“, y viceversa, se ha convertido en una respuesta más frecuente cuando se pregunta de alimentación de los venezolanos.
Con un nudo en la garganta y algunas veces entre lágrimas y algo de vergüenza, suelen faltar una o dos comidas al día en las mesas del país. La pregunta también hiela la piel y recuerda el crujido de los estómagos.
Las porciones se han hecho más pequeñas, aunque la arepa logre hacerse aún un pequeño espacio entre las dietas de algunos. El clásico pabellón o las comidas en la calle desaparecieron junto con la quincena en los supermercados. Los bolívares solo alcanzan para lo regulado y para lo que más rinde en la casa: yuca, papa y plátano.
La crisis alimentaria tiene más de un rostro, indiferentemente de la ocupación o estrato social. Efecto Cocuyo reunió siete testimonios que hablan del hambre en primera persona. De cómo los platillos de antes fueron desplazados de las mesas para dar cabida a solo lo del día: “lo que haiga”.
1. Raúl Antonio Perozo, barrendero
– Esta mañana desayuné una arepa con huevo frito y almorcé unas sardinas. Anoche no cené nada. Claro que si no hay comida, prefiero que coman mis nietos antes que yo. Yo como viéndolos a ellos comer. Eso es lo que verdaderamente me llena.
Aquí se habla mucho de la IV República, que si aquella época… pues déjame decirte: cuando yo tuve a mis hijos, cuando Carlos Andrés Pérez, aquí había comida hasta para tirar para el techo.
2. Scarlet González, vendedora
– Hoy desayuné bollitos con queso y Cheez Whiz. De almuerzo, me traje arroz con plátano y un pedacito de pollo. Anoche cené arroz con caraotas y plátano.
Lo que hago es que cuando no consigo harina, compro pan; si no hay pan, compro fororo. A veces, también avena o cereal. Trato de comprar carne porque es preferible hacer el sacrificio para tener un buen almuerzo y poder estar aquí todo el día. Pero cuando traigo pollo o carne, siempre los preparo con salsa para que rinda más.
Algunas veces he sacrificado el desayuno para poder comerme un buen almuerzo.
3. Irma, personal de limpieza
– Son las 2:00 pm y no he desayunado nada. El día de ayer, solo comí un plátano sancochado de cena. Solo los sábados y domingos puedo comprar algo, si es que llega; pero lo que compro casi siempre es puro plátano, cambur o topocho para comer.
Tengo tres hijos y a veces les digo que se vayan para la casa porque no hay nada que comprar ¿Qué más se va a hacer?
4. Mary Rivas, enfermera
– Esta mañana comí una arepa y almorcé un cambur verde. Ayer no cené porque no tenía hambre. Normalmente lo que compro en el supermercado es puro cambur, yuca o papa. Yo no tengo tiempo de hacer cola, trabajo en dos sitios como enfermera y se me hace muy difícil.
Hay muchos papás que no mandan a sus hijos al colegio porque no tienen qué darles de comer. Si van así, se desmayan. Mis hijos ya son mayores: uno tiene 30 y la otra 19, si no, imagínate…
5. José Palacios, taxista
– Hoy desayuné una arepa y me tomé una sopa en el almuerzo; pero aquí hay mucha gente que no ha comido todavía. Si uno desayuna, a veces no almuerza. Es preferible comer a mitad de mañana bien bien y darle corrido.
Yo tengo compañeros que me dicen que no pueden almorzar porque son 2.500 bolívares. Muchos de los carros de aquí son alquilados y ya la gente no está haciendo carreras largas. Si no completas lo suficiente para el alquiler, no puedes ponerte a inventar con esos reales.
Una carrera hasta La Guaira sale en 4 mil y pico, pero lo que hace la gente es agarrar un taxi hasta Capitolio por 1.100 bolívares y luego tomar un autobús. Se nos redujeron las horas de trabajo con el nuevo horario y ya no hay clientes.
6. Ana Luisa Velásquez, personal de limpieza
– Si uno almuerza, entonces no cena. Y así vamos. Yo a la niña de 10 años no la he mandado al colegio porque me pasa que no he tenido nada de comer para que se lleve. Así se lo he dicho a la profesora, le digo que busque las tareas que les mandaron a los compañeros para que no se atrase. Yo puedo venir para acá sin comer, pero mi hija no aguanta.
Esta mañana desayuné una sopa de verduras que preparé. Para el almuerzo me traje lo mismo. Ayer lo que comí en el trabajo fueron unas cotufas que me regalaron. Somos 30 y pico y nadie trajo comida porque no tienen nada en sus casas ¿Qué vamos a hacer? Tenemos que sobrevivir.
Si van a sacar los productos más caros, entonces sáquenlos; pero no pongan a la gente a pelear en una cola. Nosotros somos los que pasamos trabajo, no los presidentes. Esos están bien tranquilos.
7. Tito Martínez, barrendero
– Esta mañana desayuné una arepa con queso y almorcé un perro aquí en la esquina, de esos que cuestan 450 bolívares. Yo no tengo tiempo para hacer cola, pero uno está pendiente del mercado que queda por aquí al lado para ver qué llegó. Yo no puedo comprar un kilo de carne con lo que gano, pero se resuelve. De hambre no nos podemos morir.
El adulto tiene hambre y puede pasar todo el día sin comer. El niño, no. Lo que más extraño es comerme un pabellón, con arroz y caraotas… Y un buen queso.