Tenía tan solo 19 años cuando llegó a la maternidad Concepción Palacios llena de ilusión porque daría a luz a su segundo hijo. De tez morena, pelo largo negro y unos hermosos ojos claros Yurimar Herminia Armas Aparicio era una joven con muchos deseos de superarse y triunfar en la vida.
Ingresó a la maternidad en la alborada del 11 de mayo de 1997 soñando que dentro de pocas horas podría ver, sentir y jugar con el hijo que se integraría a su humilde hogar. Ello nunca ocurrió. Sufrió las consecuencias de una inadecuada atención médica y quedó en vida vegetativa. Su niño se salvó y hoy es un adolescente. Pero ella, tras resistir 14 años en dicha condición de salud, dejó de existir el pasado lunes 18 de octubre.
El personal de salud que aquel amanecer la atendió en la Maternidad se empeñó en inducirle el parto natural, a pesar que había sido diagnosticada de pelvis estrecha. Vista la imposibilidad para realizar el parto natural, fue pasada al quirófano para practicar cesárea segmentaria. Se le suministró anestesia peridural pero ocurrió una masificación inadvertida de la membrana externa conocida como “dura madre” ocasionando un paro cardio-respiratorio de diez minutos que le produjo un anoxia cerebral (el corazón no bombea oxígeno al cerebro) y en consecuencia sufrió un grave daño neurológico.
Pasó Yurimar a ingresar la larga lista de personas afectadas gravemente por inadecuada prestación de los servicios de salud. Desde ese momento su madre Leonarda Aparicio se dedicó en cuerpo y alma a prestarle toda la atención posible y acompañarla. Estuvo a su lado hasta el último segundo de vida y le garantizó su alimentación especial, la limpieza diaria y las medicinas principales. Se preocupó también porque el caso no quedara impune.
Solicitó se investigaran los hechos y vigiló cada acto del proceso. La esperanza de justicia se anidó en su mente y corazón cuando el Ministerio Público encontró suficientes motivos para llevar a juicio a la persona que aparecía como responsable de haber causado el daño.
Ese anhelo se hizo más intenso cuando un tribunal de primera instancia penal y luego una corte de apelaciones consideraron que había suficientes indicios para se adelantara el proceso penal. Pero esa esperanza se desvaneció. Tenía el Ministerio Público la obligación de actuar con acuciosidad y eficacia para continuar con la investigación. Sin embargo, no practicó ningún acto tendiente al esclarecimiento de los hechos, al punto que permitió la prescripción de la acción penal. Así, Yurimar y su familia no solo sufrían las consecuencias de una falla en el servicio público de salud, sino también en el servicio público de justicia.
Durante cinco años Provea acompañó a sus familiares y particularmente a su madre en la lucha por lograr mejores condiciones para su hija y en el reclamo de justicia. Ocurrido el desenlace fatal expresamos nuestra solidaridad a su madre Leonarda y resto de familiares. Que Yurimar descanse en paz.
Marino Alvarado
Coordinador General de Provea
Publicado en: Tal Cual 22.10. 2010