1. Educación insalubre
Hace algunos años, estaba facilitando un curso de actualización para docentes. La idea central del mismo era enfocar a los participantes en los problemas ambientales de su entorno, para posteriormente discutir estrategias pedagógicas que permitieran encontrar soluciones en el contexto escolar.
En uno de los ejercicios que realizamos, les pedí a los participantes que hicieran un listado de los problemas ambientales existentes en el plantel donde laboraban. Los miembros de uno de los equipos de docentes me manifestaron que querían que yo viera directamente cuál era el problema más importante de ese plantel, y me llevaron a ver uno de los baños de la institución.
La escena que me mostraron era terriblemente repugnante y perturbadora.
Era una instalación sanitaria que no tenía las más mínimas condiciones higiénicas para garantizar la salud de sus usuarios. Y eso estaba ocurriendo en una institución que debería ser un modelo pedagógico de higiene y promoción de la salud y, más aún, debería resguardar la salud de los niños a su cargo.
El problema se debía a alguna cuestión relacionada con las tuberías u otra cosa parecida. Pero más allá de cualquier razón, estaba que era una institución que no estaba garantizando un mínimo de condiciones higiénicas a sus estudiantes y el resto de la comunidad educativa.
El tema se volvía más grave debido a que el baño que me enseñaron era el que debía ser usado por las niñas y jovencitas que estudiaban en ese plantel.
Lo sensato parecía ser clausurarlo inmediatamente. Al menos hasta que estuviese en condiciones mínimas de garantizar la salud de sus usuarios. Pero cuando asomé esa posibilidad me contestaron que en ese caso, las estudiantes no tendrían otro sitio donde hacer sus necesidades. Además, no creían que esa acción tendría algún efecto positivo. El problema ya tenía varios meses y no preveían que fuera a mejorar en un futuro cercano. Algún asunto de presupuesto, prioridades, olvido, quién sabe.
Luego de esa ocasión, he tenido la ingrata ocasión de conocer otros planteles educativos con problemas similares al de la historia. En cada caso las razones variaban, desde problemas de mantenimiento, hasta graves deficiencias en el suministro de agua en la localidad.
En todos estos casos, las instituciones educativas seguían funcionando, y en algunas circunstancias esta era su condición “normal” o incluso asumida como permanente.
2. Acceso al agua, saneamiento ambiental y derechos humanos
Actualmente estamos en una situación de emergencia hídrica que ha generado que muchos venezolanos estemos soportando fuertes restricciones en el servicio de agua. Esta realidad nos hace olvidar que el acceso al agua de forma permanente, continua y de calidad, así como la existencia de servicios de saneamiento son derechos humanos.
Entender el acceso al agua como un derecho, nace de la constatación de que sino se cuenta con estas condiciones, no es posible garantizar la salud, el alimento, trabajo y educación de la población.
Por lo tanto, su carencia es una violación a los derechos de los ciudadanos.
La población más afectada por este problema son los grupos más desfavorecidos de la sociedad, circunstancia que los mantiene en un círculo vicioso de pobreza, enfermedad y falta de educación.
La protección de este derecho es aún más importante en el caso de la población de niños, niñas y adolescentes, cuyas características fisiológicas y sicológicas los hace particularmente vulnerables a los efectos de la falta de agua y la contaminación. Por esa razón, el Estado venezolano está en la obligación de garantizar que sus vidas se desenvuelvan en un ambiente sano que garantice su desarrollo integral. Esto no puede lograrse sin un acceso adecuado al agua potable.
Como parte de esta obligación, las instituciones educativas deben garantizar de manera prioritaria la salud de sus estudiantes. Pero el trabajo de estas instituciones debe ir más allá, ya que adicionalmente deben promover en la población estudiantil el desarrollo de conciencia de sus derechos a la salud y al disfrute a un ambiente sano, seguro y ecológicamente equilibrado, así como de los medios para alcanzarlos y conservarlos. Este proceso de formación sólo puede ocurrir a partir de la práctica pedagógica cotidiana, en un ambiente favorable y con servicios e instalaciones adecuadas.
3. Un enfoque de género del tema del agua y el saneamiento
Aunque la carencia de agua y de servicios sanitarios afecta a toda la población, son las mujeres las más castigadas por estas dificultades. Ello se debe a la relación tradicional de las mismas con el uso cotidiano del agua, pero adicionalmente, al hecho de que por sus particularidades anatómicas son más vulnerables a ciertas enfermedades infecciosas cuando no tienen la posibilidad de asearse adecuadamente.
Del mismo modo, en las mujeres las etapas de la infancia, pubertad y adolescencia resultan fundamentales para aprenderhábitos de higiene y limpieza duraderos. Ello redundará no sólo en una mejora de su calidad de vida, sino en la de sus familiasactuales y su descendencia.
En este contexto, las instituciones educativas deberían considerar las necesidades particulares de las niñas y jóvenes que están educando. Estas consideraciones deberían tomar en cuenta particularmente a las estudiantes a partir de la etapa de pubertad, especialmente durante sus períodos de menstruación.
En esta fase del ciclo mensual de las mujeres, la ausencia de instalaciones sanitarias que tengan las condiciones mínimas de higiene y privacidad, puede afectarlas no solo en su salud, sino en su autoestima y dignidad. Sí las circunstancias inadecuadas se hacen extremas, puede llevar a que las estudiantes falten a clases durante estos períodos y en algunos casos a su salida del sistema educativo.
Es por ello, que la UNICEF considera que el agua potable y el saneamiento adecuado son tan importantes para garantizar la calidad de la educación y la permanencia de las niñas en las escuelas, como contar con buenos maestros y libros.
La Ley Orgánica para la Protección de Niñas, Niños y Adolescentes, exige que las organizaciones de atención a la infancia cuenten con espacios que posean condiciones apropiadas de habitabilidad, higiene, salubridad y seguridad. Esta idea debería regir para toda instalación a donde concurran niños y jóvenes. Por ello, es inadmisible que esas mismas no sean garantizadas en las escuelas en muchas partes del país.
Una circunstancia que dificulta revisar esta situación, es el manto de silencio que lo cubre. Pareciera que para muchos no tiene particular importancia las deficiencias de agua e instalaciones sanitarias en las escuelas, y todavía menos su incidencia sobre las niñas y jóvenes. Peor aún, la menstruación y las condiciones que rodea este proceso biológico son temas que raramente se presentan en la agenda pública.
A ello se suma la actitud de resignación de gran parte del personal que labora en las instituciones educativas. Para muchos docentes la idea de reclamar derechos está totalmente descartada, por miedo a ser hostigados y sancionados. Esta actitud se extiende a gran parte de la sociedad, incluyendo a los padres y representantes de las niñas y jóvenes que estudian en las mismas.
Por ello, estos problemas no se reconocen, cuestionan, ni se exigen soluciones.
Si queremos cambiar estas circunstancias es necesario visibilizar y dar respuestas a estas graves deficiencias. Para ello, es fundamental iniciar acciones que permitan conocer la magnitud de la situación actual, sus posibles consecuencias, proponer soluciones y exigir a las autoridades que asuman sus obligaciones al respecto.
Mientras ello no ocurra, la realidad de nuestras niñas y jóvenes en muchas escuelas del país seguirá empeorando, en algunos casos con consecuencias lamentables a corto y largo plazo. Pero a la vez, estas condiciones seguirán actuandocomo otro obstáculo para el desarrollo nacional.
Quizás será necesario considerar tal situación como una forma de violencia de género.