La crisis económica, política y social que vive Venezuela está en pleno desarrollo y parece que está adquiriendo una aceleración que a veces parece estar fuera de control.
En distintos sectores podemos ver las consecuencias de políticas públicas incoherentes, amparadas por instituciones débiles, sin autonomía y sin contrapesos.
La semana pasada vimos y vivimos parte de esas consecuencias, que podrían ser una muestra de lo que vendría después de las fiestas navideñas, de continuar el acelerado deterioro de la economía.
Los hechos: más de 39 saqueos o intentos de saqueo a locales comerciales, mucho gas lacrimógeno, disparos de perdigones y sobre todo mucha tensión en las calles venezolanas.
El origen de los saqueos
Siempre hemos dicho que quienes dirigen a Venezuela han sido unos maestros en la conducción de los conflictos.
No podríamos afirmar a ciencia cierta, ante la falta de información veraz y oportuna sobre la situación actual, que promueven esos conflictos, aunque no sería descabellado pensarlo.
Luego del anuncio presidencial del pasado viernes 08.11.13 donde se arengó y convocó al pueblo a dejar los anaqueles vacíos de los comercios acusados de especulación, vimos cómo se desataron los instintos bárbaros de muchas personas.
Sin embargo, el gobierno no perdió el control de la situación. Sin duda un juego bastante peligroso. Sabemos dónde empieza la violencia pero no dónde y cómo termina.
Muchos de los hechos violentos suscitados -y no pocas olas de rumores- durante la pasada semana coincidieron, en el tiempo, con el discurso de Maduro que, a través de cadenas televisivas, a veces tres distintas diarias, con un tono confrontacional y amenazante, arengó al “poder popular” a salir a la calle, a los motorizados, etc.
Además, con las medidas que ha ido anunciando y llevando a cabo, muchas de ellas dejando de lado al Estado de Derecho y sobre todo dejando de lado previsiones a tomar en cuanto al orden público y el respeto a la dignidad de los ciudadanos, miles de personas se aglomeraron durante días, a veces durante las noches, frente a comercios de muy diferentes ramos.
Todo comenzó por las tiendas de electrodomésticos, pero se extendió a jugueterías, zapaterías, cadenas de grandes espacios, etc. Algunos de esos tumultos terminaron en forma violenta, en saqueos o en intentos de hacerlo.
También se pudieron observar saqueos y actos violentos en negocios aislados, sin presencia de aglomeraciones previas e incluso, más de unas vez, ciudadanos que se enfrentaron a quienes propiciaban actos violentos.
La fuerza pública intervino, pero siempre lo hizo tarde y eso no quiere decir que no haya sido queriendo. Han podido no existir planes de previsión, o todo lo contrario, es decir, la intervención tardía ha podido obedecer a una estrategia trazada.
En todo caso, toda esta situación creó una sensación de caos e inseguridad en la ciudadanía que lejos de ser aplacada por los voceros gubernamentales, aumentaba con los contínuos anuncios que venían desde el Ejecutivo, por ejemplo, la orden de sacar a la calle a las milicias.
El uso político de la situación
Si los saqueos fueron manejados y controlados solo se sabrá cuando los ciudadanos puedan acceder libremente a todos los archivos de las diferentes instituciones oficiales.
Lo cierto es que estos hechos, junto a las rebajas obligadas de precios, pueden ser vistos como una válvula de escape para la actual tensión social que vive el país. Sacarle un poco de presión al contexto en que vivimos para capitalizarlo electoralmente no suena tan disparatado.
En todo caso, los problemas de fondo se mantienen y siguen incrementándose. Por ejemplo, en la semana pasada vimos de nuevo a profesores universitarios en la calle, protestas de médicos que laboran en el Hospital Militar y anuncios de protestas del sector salud para esta semana y la vuelta de la conflictividad en Sidor.
Conflictos y redes
Como hemos dicho, la falta de transparencia en la gestión pública y la falta de acceso a la información oficial impide a los ciudadanos conocer la situación real del país.
Esta opacidad mantiene y promueve rumores, especulaciones y teorías sobre el rumbo del país. Paralelamente, en los últimos tiempos han ocurrido cambios importantes en los medios de comunicación que, muchos de ellos y cada vez en mayor número, no informan ya de todos los acontecimentos que suceden, sobre todo, los que podrían hacerlo en forma inmediata, prácticamente en tiempo real.
La ciudadanía está recurriendo a medios alternos, como internet, redes sociales y servicios de telefonía móvil para informarse. Pero estas redes, poderosas y veloces, también tienen su lado peligroso al permitir propagar rumores o informaciones falsas de forma rápida.
Urge usar estas herramientas de forma apropiada de manera que puedan ser realmente útiles en situaciones de conflicto.
Los ciudadanos tienen que aprender a confirmar y reconfirmar las informaciones que les llegan, para evitar hacer cadenas con informaciones que no son correctas, o peor aun, que desinforman.
Hoy por hoy existe un gran número de fuentes consideradas fidedignas que transmiten a través de diferentes herramientas de internet: noticias, fotos, convocatorias y muchas veces sucesos que están desarrollándose en vivo.
Las redes pueden ser un poderoso instrumento informativo y de denuncia pero, mal usado, pueden mal informar e inmovilizar a la gente.
@MarcoAPonce y @mlhccs