La señal que manda el gobierno al prohibir marchas a instituciones públicas es de clara sordera. No parece haber voluntad política en el gobierno para poner fin a las causas de las protestas.
Febrero ha sido uno de los meses con mayor número de protestas en los últimos 10 años. Miles de personas, sobre todo jóvenes, salieron a la calle a rechazar la ola de inseguridad, crisis económica, etc, y a exigir la garantía de sus derechos al estado a través del gobierno.
Estas expresiones han tenido como respuesta represión, tortura, detenciones arbitrarias, desaparecidos, asesinatos y criminalización de la protesta, es decir, se responde con una violación sistemática de derechos humanos. Sería absurdo pensar que con tal respuesta no se va a incrementar el conflicto.
Los llamados, irresponsables, de Nicolás Maduro para que grupos paramilitares apaguen las candelitas y las felicitaciones y espaldarazos públicos dados a la Guardia Nacional Bolivariana y Policía Nacional Bolivariana no pueden tener otra consecuencia que un mayor descontento en los manifestantes y el rechazo de muchos ciudadanos, incluyendo afectos al oficialismo, que no avalan la crueldad y el abuso de poder. Se ha demostrado una ausencia de principios y valores democráticos de quienes dirigen el país.
Hablar para superar el conflicto
Para poder sentarse a hablar de paz, hay que sentarse primero a dialogar. Para dialogar, hay que reconocer al que se tiene en frente. Para eso, hay que haber escuchado sus posiciones, condiciones o reclamos, es decir, hay que dejar que los haga. Y para dejar que los haga, hay que haber dejado que los manifieste, tal y como lo garantiza la constitución.
Es decir, si el gobierno no permite que los sectores que hoy lo adversan marchen, en protesta o no, a instituciones del estado para entregar pliegos, escritos o quejas, es difícil que se den los siguientes pasos de la cadena que podría llevar a todos los factores a sentarse en una mesa de paz.
Las condiciones
Los estudiantes y la oposición ponen unas condiciones para iniciar el diálogo que guardan una relación directa con la conflictividad que vivimos y pueden, de ser atendidas, incidir en que las protestas disminuyan su intensidad. Hoy pasa del millar el número de manifestantes detenidos que enfrentan procesos judiciales, medidas cautelares y medidas de cárcel.
Desde que empezó este conflicto el pasado 12 de febrero, hemos visto una secuencia de declaraciones y actos que han imposibilitado el diálogo. A la invitación inicial del gobierno a dialogar y a conformar una comisión de paz, el gobernador del estado Miranda, que se negó a asistir al diálogo, dijo que una mediación era necesaria y propuso a la Iglesia como posible factor para facilitar ese diálogo. Pero el gobierno comenzó ese proceso de diálogo y de comisiones de paz, sin la participación de los principales actores de las protestas, los estudiantes y los sectores políticos que hacen vida en la oposición.
Diversas personalidades del mundo académico y de organizaciones sociales y ONG han hecho ver que si bien el diálogo es necesario y hay que agotar esfuerzos por lograrlo, la exigencia de condiciones, de nuevo el tema de los paramilitares y de los presos en el tapete, es necesaria.
La Mesa de Unidad Democrática (MUD) dio a conocer también una lista de cinco puntos que para ellos son básicos a tratar en ese diálogo: libertad de los presos políticos, justicia para las víctimas de la represión, puntos que tienen que ver con la escasez, aparato productivo, etc, inseguridad y un diálogo con una agenda clara e igualdad de condiciones.
La respuesta
El pasado viernes, Nicolás Maduro dijo que no aceptaba condiciones para el diálogo y en la misma rueda de prensa acusó a la oposición de ser la autora de todas las muertes y toda la ola de violencia que ha vivido el país en el último mes. La semana pasada el gobierno impidió que marchas de estudiantes y de oposición manifestaran pacíficamente ante organismos públicos y ejerció una represión desproporcionada que incluyó música y sonidos con la voz de Chávez por los parlantes de la tanquetas y gases lacrimógenos en zonas residenciales en altas horas de la noche.
Los grupos paramilitares y las víctimas mortales siguieron apareciendo, sobre todo en Valencia. Y el sábado, en un acto de apoyo de la Fuerza Armada, Maduro radicalizó aún más su postura ante este conflicto. No parece haber, pues, disposición para el diálogo.
Lo cierto es que en manos de el gobierno está hoy la posibilidad de que los esfuerzos de diálogo lleguen a buen término. Las condiciones que pide la oposición y estudiantes son razonables y parece haber voluntad política en ese sector, o por lo menos en amplios sectores que hacen vida en la oposición, para buscar salidas mediante el diálogo. ¿Hay voluntad política en el gobierno?
@MarcoAPonce y @mlhccs