Una de las características más miserables del régimen es haber hecho del hostigamiento permanente contra sus adversarios todo un arte exquisito. Quien está marcado como “enemigo” del proceso vive recibiendo llamadas telefónicas insultantes y/o amenazantes; si tiene Facebook o Twitter se los atiborran con igual clase de muestras de civilidad.
Pero hay algunos a los cuales se hostiliza policialmente. Tal es el caso de Rubén González, el dirigente sindical de los trabajadores de Ferrominera Orinoco, quien estuvo más de un año preso, simplemente por ejercer las funciones que le son propias al secretario general de un sindicato: defender a sus compañeros; luego fue puesto en libertad (pero con presentación ante el juez cada cierto tiempo), volvió a la empresa y se lanzó nuevamente para el mismo cargo que hoy ocupa, en una plancha que a todas luces va a ganar esa elección.
¿Por qué estoy tan seguro? Porque de lo contrario no estarían haciendo contra Rubén todas las marramucias posibles.
Quieren intimidarlo, por tanto el Cicpc lo cita para que comparezca ante la delegación de San Félix el próximo lunes. Quieren impedir la victoria, por tanto simplemente eliminan las elecciones: el CNE negó la posibilidad de su realización “porque hay una impugnación de un grupo”.
Claro que la hay. Es el grupo de Rangel Gómez, que hace el trabajo sucio. El martes pasado la Inspectoría del Trabajo publicó citaciones en diarios regionales para iniciar un proceso de calificación de despido contra Rubén y otros diez trabajadores.
¿Quién solicita la medida? Pues la empresa. Todo este ensañamiento, obviamente, sólo puede explicarse porque Rubén González tiene esas elecciones en el bolsillo y ya se sabe que estos tipos si no ganan, empatan pero no pierden nunca, así tengan que llevarse en los cachos toda la legislación venezolana y la propia Constitución. El ejemplo les viene de bien arriba. (Simón Boccanegra, Tal Cual, 03.11.11)