Cada día a día padecemos mayor escasez alimentaria: comemos menos y comemos peor. Aparte de la constatación personal de quien nos lee ahora, lo demuestra la información presentada el pasado 31 de marzo en la Sala “E” de la UCV, en el Foro sobre la alimentación en Venezuela con base a la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI). Compartimos algunos de los datos expuestos, a continuación.
Lo primero es señalar que el Foro estuvo liderado por el Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES), el Observatorio Venezolano de Salud y la Fundación Bengoa, y que contó con el auspicio de la Universidad Central de Venezuela, la Universidad Simón Bolívar y la Universidad Católica “Andrés Bello”. Estas Universidades motorizan la realización de la ENCOVI, encuesta que se ha convertido en una fuente de primera mano a escala nacional e internacional, ante la ausencia y retraso de la publicación de cifras oficiales sobre indicadores sociales en el país.
Entre las exposiciones realizadas resaltamos la ponencia de Marianella Cuenca sobre los alimentos más consumidos por la población en Venezuela, pues se concentran actualmente en las harinas, el arroz, la pasta y las grasas. Estos rubros representan el 40% de lo que comemos. Cuenca indica que ello evidencia una importante caída del contenido proteico de la dieta a lo que se suma la constatación sobre el consumo del pollo y la carne, situados en el quinto lugar de las preferencias, debido a la escasez y a los precios prohibitivos que les caracterizan.
Señaló Cuenca que el 12,1% de la población en el país, come dos veces al día, lo que se traduce –comparativamente con el año 2014-, en que aumentó en un punto porcentual el indicador sobre el descenso de la ingesta alimentaria diaria, que estaba situado en 11,3% hace año y medio. El aumento de esta cifra se concentra en el segmento poblacional de menos ingresos, lo que indica que las personas pobres comen menos.
Como tanto lo han voceado los trabajadores y trabajadoras en sus marchas, tomas y demás formas de manifestación, el 87% de la población informó a la ENCOVI que sus ingresos son insuficientes para cubrir sus necesidades alimentarias. Incluso en los casos de familias constituidas por dos personas adultas y sin niños o niñas, ni adolescentes o personas de la tercera edad, las remuneraciones no permiten comer. En el caso de los núcleos familiares con mayor número de integrantes, la relación entre el ingreso y la alimentación revela la necesidad de al menos 10 salarios mínimos para adquirir lo básico del equipamiento alimentario al mes. A este dato se suma el que un 53% de los denominados “Mercales” ha cerrado durante el último año, con su secuela de dificultades en la adquisición de alimentos a menor costo.
En cuanto a los alimentos que se consumen en restaurantes u otros expendios de similar característica, su costo se incrementó en un 400% durante el año 2015, según la ENCOVI. Esta información contrastada con el monto percibido por el bono alimentario en 2015, revela que este auxilio económico es insuficiente. Para una persona asalariada, “comer en la calle” es imposible de manera regular. Cuando eventualmente se hace por efecto de un acto recreativo familiar o porque no se tiene alimentos para ser cocinados en casa, el presupuesto se desbalancea.
Según la ENCOVI 2015, la estratificación poblacional se está realizando conforme a las categorías “pobre” o “no pobre”, debido al creciente deterioro de la situación económica del país, la caída del poder adquisitivo del ingreso per cápita, y al retroceso en el acceso de la población al disfrute de derechos como alimentación, salud, vivienda, trabajo digno, educación y ambiente sano (especialmente en lo que se refiere al suministro del agua).
Esta panorámica reitera que además de rezar por el pan de cada día, el pueblo debe insistir en exigirle al gobierno que cumpla su obligación de adoptar medidas efectivas para enfrentar esta grave problemática, que a todos y todas afecta.