No conocí a Yuneise Oscarina, pero igual lloro por ella. Estudiaba segundo año de bachillerato en el Colegio Luis Cañizales Verde de Fe y Alegría –Caracas. O sea, era mi alumna, pero aunque Yuneise no hubiera estudiado en Fe y Alegría, también me dolería, pues, parafraseando a Andrés Eloy Blanco, “quien tiene un alumno, tiene todos los alumnos del mundo”. Yuneisi no murió por alguna enfermedad ¡la asesinaron! Conversaba a las 7 de la noche con un amigo, en Los Eucaliptus, San Juan, llegaron dos hombres al lugar y comenzaron a disparar (nota Sandra Guerrero, El Nacional 06/04/13). ¿La razón? No se sabe, a ella le tocó esta vez. Nos tocó a nosotros, pues.
¿Puede uno quedarse indiferente ante el pupitre vacío de Yuneisi? No, porque 14 años no es edad para morir de ninguna manera, y menos, por una bala. Por eso el corazón de Fe y Alegría está de luto, por Yuneisi, y por los otros niños y adolescentes que mueren en Venezuela en unas edades que son para vivir, para estudiar, para jugar.
Utilice sólo unos segundos e imagine la escena: una adolescente de 14 años que simplemente conversa con un amigo, y al rato, cae, le han dado tres tiros. Imagine que se trata de su hija,o de su hermana – deja dos hermanos menores –o su alumna, o su compañera de clases. Es para llorar, es para llenarse de dolor y de rabia. Creo que no se reacciona frente a estos hechos porque no le dedicamos unos segundos a pensar en la tragedia que supone.
“Que maten a una niña de 14 años no tiene nombre”, dijo su padre cuando se enteró. ¡Tiene razón! Pero si tiene unos calificativos: falta de políticas públicas integrales para proteger a nuestros niños, niñas y adolescentes, se llama ineficacia, se llama “pecado de omisión”, de parte del Estado, que no hace lo suyo, y de parte nuestra, que no hacemos lo suficiente para que no nos sigan quedando pupitres vacíos antes de tiempo. Se llama que los niños y adolescentes no son “prioridad absoluta”, aunque así lo digan nuestras leyes, parece que siempre hay cosas más importantes en las cuales ocuparse.
Las urgencias de los sucesivos procesos electorales no pueden hacernos olvidar que tenemos una guerra permanente, guerra asimétrica por cierto –gente armada que no se detiene ante nada para acabar con la vida de cualquiera, contra inocentes desarmados tratando de sobrevivir -. Esa guerra hay que enfrentarla de manera sistemática, no con operativos efectistas.
Sí, estamos de luto en Fe y Alegría, pero tenemos muchas razones por las cuales luchar, para que los casos como el de Yuneisi no se repitan. No se trata de quedarnos llorando, se llora porque hay que expresar el dolor y porque hay que limpiar la mirada para ver mejor qué hacer.
Hay mucho entretenimiento en este país, mucho circo, y poco pan, mientras tanto, “por estas calles”, matan a una adolescente por estar en el sitio equivocado. Parece que ya no hay sitio correcto para estar seguro. Se necesita un poco de seriedad y voluntad para parar esta guerra.