Bastante tienen las experiencias históricas del Cooperativismo venezolano que aportar al cambio de las actuales leyes del llamado “Poder Popular” elaboradas por una “mayoría” poco representativa del Parlamento que está próximo a ser cambiado y en la elaboración de nuevas leyes que estimulen apropiadamente la iniciativa asociada de la población. En varios estados del país se fueron fraguando por décadas, en medio de la Venezuela rentista y estatista, iniciativas de organización social, producción y consumo del cooperativismo que, superando la dependencia del financiamiento y la tutela estatal y partidista, pudieron consolidar procesos consistentes de autogestión y alto impacto social.
Estas experiencias de producción agrícola, otorgamiento de créditos, abastecimiento de alimentos, gestión de salud, distribución de gas, servicios de educación, han demostrado que desde la organización autónoma de población, se puede contribuir significativamente a enfrentar sus necesidades, sin depender del gobierno al generar e incrementarcon participación comunitaria sus propios recursos.
En éstas se encuentran respuestas construidas socialmente durante décadas sobre cómo promover y constituir organizaciones participativas, democráticas y responsables; cómo organizar la producción y la distribución de bienes y servicios de forma equitativa y eficiente; cómo administrar los recursos y distribuirlos con transparencia y justicia; cómo crear relaciones de intercambio que eviten la especulación e irracionalidad en costos, precios y remuneraciones; cómo asumir crecientemente las necesidades comunitarias y cómo atenderlas integralmente sin generar dependencia en las comunidades; así como cuál debe ser el papel del Estado y hasta dónde debe llegar su rol promotor, financiador o supervisor.
En fin, una multiplicidad de aprendizajes sociales, producidos desde nuestras propias realidades sociales, con la gente de nuestras comunidades, en el marco de los problemas estructurales y coyunturales que hemos vivido como nación en las últimos 50 años. Esta vital fuente de conocimiento y de referencias no puede ser obviada ni descartada, por corresponder con procesos surgidos y desarrollados por familias, grupos y personas excluidos de los centros de poder económico, financiero y político, que a través de sus organizaciones solidarias y participativas, pudieron construir relaciones sociales de producción e intercambio, y que representan hoy una superación, tanto del modelo del capitalismo de Estado dispensador clientelar de la renta petrolera, como del modelo estatista burocrático del llamado “socialismo del siglo XXI”, igualmente rentista y depredador del excedente nacional.
La próxima Asamblea Nacional electa el 6D tendrá que ocuparse exhaustivamente de revisar las leyes del “poder popular” para desmontar todo el frondoso conglomerado de estructuras y procesos burocráticos de centralización del poder y control de las iniciativas de la población que están plasmados en éstas. Con el argumento de “transferir poder al pueblo” se configuró un “Estado Descomunal” –como lo llamó Margarita López Maya- que en esencia lo que genera es dependencia e inhibición de las energías y emprendimientos de la población popular, subordinando a la gente a las cúpulas estatales y partidistas, así como fomentando una existencia parasitaria de empresas y organizaciones sociales del financiamiento de la renta petrolera.
El aún vigoroso y diverso cooperativismo venezolano, ha sorteado todo tipo de barreras y obstáculos en los 3 últimos lustros, logrando no sólo sobrevivir, sino en algunos casos, -a contracorriente del asfixiante y demagógico control estatista-, pudo incluso expandirse. Por tanto, tiene mucho que decirnos sobre la construcción de una economía productiva, equitativa y eficiente, al margen de la explotación del trabajo humano y la depredación de la naturaleza.