OLGAHistóricamente los venezolanos estuvimos acostumbrados a colaborar y apoyar a nuestro prójimo, de estar pendiente del vecino, de la familia, los amigos, en muchas circunstancias.

Las tendencias políticas no eran motivo de discordia entre personas que se quieren y estiman, y aun no teniendo vínculos afectivos, era común ver cómo la gente hacía empatía cuando veía a una persona en alguna situación difícil y era mucho más fácil establecer vínculos de amistad.

Lastimosamente, hoy día vemos cómo esa colaboración y ese apoyo se han convertido en duras situaciones de desencuentro, muchas veces acompañados por la violencia. La solidaridad para muchos deja de ser un valor por el sólo hecho de pensar distinto.

Pareciera que el ser solidario ha desaparecido de nuestro sistema de convivencia y que un nuevo modelo de valores o desvalores se ha implantado en la sociedad venezolana. Diariamente vemos cómo hay gente que se alegra de las cosas desagradables que le suceden a quienes no comparten nuestros mismos intereses o simplemente porque esas situaciones de necesidad resultan ajenas. Llegando a veces hasta desear la muerte de alguna persona.

Las redes sociales son el mejor ejemplo para visualizar estos hechos.

Es lamentable escuchar de algunos voceros tanto gubernamentales como de otros sectores de la sociedad decir cosas como, la gente buena está en las zonas populares y la gente mala vive en zonas privilegiadas, que el pobre es pobre por culpa de la gente que ha podido adquirir bienes durante su vida, que todo lo que pasa es culpa de uno u otro sector, por nombrar algunas de las más leves.

Este desfavorable discurso, además de acentuar la división social, impide que cesen las situaciones de violencia e intolerancia tan presentes en nuestra sociedad.

La solidaridad debe manifestarse en un compromiso con el otro, un compromiso verdadero, humano, que nos ayude a recuperar la tan ansiada tranquilidad que requiere el país. Que esta tranquilidad se logre o no, depende mucho de la voluntad que manifiesten estos voceros, para ello se hace necesario que pongan sus intereses al servicio del bienestar de todos y cada uno de los venezolanos y venezolanas, pues esta es la vía que nos conducirá a la coexistencia pacífica.

Es decir, podemos convivir aunque pensemos distinto, hacer patria desde la diversidad y además debemos brindarle la mano a quien la requiera sin distinción alguna.

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