En la frontera colombo-venezolana trabajan innumerables organizaciones no gubernamentales y organismos intergubernamentales que prestan apoyo, asistencia y acompañamiento a las poblaciones más desfavorecidas  y vulnerables. El trabajo de estas organizaciones implica muchas veces desplazarse a comunidades rurales apartadas e incomunicadas, caminar por largas horas y recorrer largos caminos para poder monitorear la situación de las personas  beneficiarias de los proyectos de ayuda humanitaria, que se centran en varias acciones, como la construcción de acueductos, asignación de microcréditos, capacitación laboral, reconstrucción de escuelas, talleres para la prevención de la violencia, asesorías y atención de refugiados, atención psicosocial y pastoral, entre otros.

Con el rompimiento de las relaciones con Colombia, estos organismos se ven en la necesidad de limitar su acción en campo, y por consiguiente afectando de esta manera la atención de las personas más vulnerables que se encuentran en las zonas más apartadas en la frontera.

Debido al incremento de controles militares, se limita igualmente el libre tránsito, aumentan las violaciones de derechos humanos y los ilícitos, se presentan brotes de xenofobia y discriminación y se afecta el comercio del cual viven al menos 4 millones de personas (venezolanas y colombianas) en la zona perjudicando en gran medida a la población.

Los beneficiarios de las acciones de las organizaciones no gubernamentales y los organismos intergubernamentales son en su mayoría mujeres, niños y adolescentes en situación de pobreza o de alta vulnerabilidad. Estas poblaciones requieren de un acompañamiento constante que les permita ya sea integrarse a las comunidades donde viven o desarrollar algún proyecto de autofinanciamiento que les permita salir adelante.

No es la primera vez que se da un rompimiento o congelamiento de las relaciones binacionales con Colombia, pero es preciso decir que los eternos afectados por los discursos violentos y la falta de alternativas diplomáticas, son los millones de ciudadanos de ambos países que viven en la frontera y que dependen del comercio que se desarrolla entre los dos países para subsistir.

Es necesario que las fronteras tengan más atención y que las dinámicas de integración fronteriza que se han dado de manera histórica y natural entre los ciudadanos de Venezuela y Colombia se reflejen en la política de cada gobierno.
Más allá de las denuncias, más allá de los discursos, las fronteras son zonas altamente olvidadas, no sólo por el Estado sino también por los ciudadanos en general que perciben esa franja de territorio de manera negativa y desconocen el trabajo que muchas/os trabajadoras/res humanitarias/os realizan, siendo los y las únicas que proporcionan una verdadera atención en la zona y que por culpa de excusas políticas se ven obligados a limitar su acción quedando desprotegida una población que, al pasar el conflicto será olvidada nuevamente.

Albertina Zapp
Ex voluntaria

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