El país está consternado por el drama que puso fin a la vida de dos seres humanos: la mujer, Jennifer, víctima de su esposo y éste, Edwin, víctima de sí mismo. Dos hijas huérfanas.

Para qué buscar culpables, si a diario conocemos casos de violencia intra y extra familiar que deben inducir a la sociedad al montaje de una gigantesca campaña comunicacional contra ese delito que cobra la vida de 3 mujeres cada 10 días y origina el aniquilamiento de la familia.

Jennifer vivía una situación vulnerable: joven e inexperta y atemorizada ante una pareja cuya profesión -boxeador- era golpear, campeón reconocido mundialmente. Tal situación requería, desde el inicio de los maltratos físicos, la protección de la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, bajo la cual muchas mujeres han sido salvadas de mayores daños y hasta de la muerte.

En Mérida no existen tribunales de violencia de género, los cuales cuentan con jueces y equipos interdisciplinarios especializados, para atender estos casos, aplicar correctivos y sanciones. Urge acelerar la creación de tales tribunales en todo el país, como repetidas veces hemos dicho.

La protección legal oportuna de Jennifer, el seguimiento al proceso de desintoxicación por alcohol y drogas impuesto a su esposo, así como el celo de los vecinos, de los propios «fanáticos» del «Inca» Valero y el acatamiento de las Políticas Públicas del Estado en protección de los derechos humanos de la población, tal vez hubiera sido valla para impedir que ocurriera la cruel muerte de Jennifer, ésta por cierto, invisibilizada en algunos ámbitos.

Jamás cesaremos de propalar que el feminicidio es consecuencia de las desigualdades sociales y económicas, de una sociedad descompuesta en la cual oímos un doble discurso. ¡La violencia de género evidencia la impunidad que agota nuestra capacidad de asombro!

Tampoco cesaremos de proclamar que la violencia de género hay que enfrentarla sin vacilaciones, ni excusas, ni pausa, porque un pueblo urgido de transformaciones estructurales, requiere la participación de mujeres liberadas de las viejas ataduras, para avanzar hacia la conquista de espacios, de luces, donde casos como el de Jennifer no se repitan nunca, jamás ¡por siempre!

(Yolanda Jaimes. Abogada/ Profesora UCV. Ultimas Noticias, 04.05.10)

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