La Iglesia de Santa María de Cosmedin, en Roma, es conocida por una máscara circular de piedra curtida por el tiempo que usaban los romanos como boca de alcantarilla, llamada Bocca della Veritá (Boca de la Verdad). Cuenta la leyenda, que si una persona mentirosa o adúltera introduce su mano en la boca, esta se cierra y la muerde. Esta escultura antigua nos recuerda que el problema de la verdad no es un problema nuevo sino que se remonta a la antigüedad. Y la historia demuestra también, que por más que quienes estén involucrados en hechos delictivos los quieran ocultar con medias verdades o falsedades, tarde o temprano siempre la verdad florece de entre los labios de la Boca de la Verdad de los testigos, víctimas y personas no dispuestas a tolerar la impunidad; hasta inclusive de victimarios atormentados se han conocido verdades al romperse el pacto de silencio que protege a los autores de crímenes contra las personas.
Las Comisiones de la Verdad
Desde mediados del siglo pasado, y con más énfasis en las últimas dos décadas, tras la finalización de conflictos armados internos o dictaduras, muchas sociedades se vieron en la necesidad de conocer el pasado, para las víctimas dieran a conocer su experiencia que había sido silenciada o tergiversada y para que el conjunto de la sociedad, una buena parte de la cual había vivido al margen de esas atrocidades, reconociera lo que había sucedido. Ese trabajo lo han realizado distintas Comisiones de la Verdad que tuvieron el desafío desarrollar una investigación veraz sobre los hechos, realizando un reconocimiento a las víctimas, y proponiendo también medidas de reparación o de prevención de las atrocidades en el futuro.
Las experiencias, tanto en el continente americano como en otros, que establecieron Comisiones de la Verdad, es muy variada. En nuestro continente, en 1985 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, estableció que «Toda sociedad tiene el irrenunciable derecho de conocer la verdad de lo ocurrido, así como las razones y circunstancias en las que aberrantes delitos llegaron a cometerse, a fin de evitar que esos hechos vuelvan a ocurrir en el futuro», con lo que sentó las bases por las que se deberían guiar en el futuro las comisiones que investigaran graves violaciones a los derechos humanos y hechos conexos con ellas.
Una excelente investigación realizada por Esteban Cuya, titulada “Las Comisiones de la Verdad en América Latina”, define a estas como “organismos de investigación creados para ayudar a las sociedades que han enfrentado graves situaciones de violencia política o guerra interna, a enfrentarse crípticamente con su pasado, a fin de superar las profundas crisis o traumas generados por la violencia y evitar que tales hechos se repitan en el futuro cercano”. En ese mismo trabajo, Cuya precisa que “a través de las Comisiones de la Verdad se busca conocer las causas de la violencia, identificar los elementos en conflicto, investigar los hechos más graves de violaciones a los derechos humanos y establecer las responsabilidades jurídicas correspondientes”.
Un reconocido abogado y activista de derechos humanos, el peruano Diego García Sayán, en una ponencia que versa sobre el tema “Amnistías, Verdad y Justicia” recopila las condiciones mínimas para que una Comisión de la Verdad cumpla con su misión de esclarecer las violaciones de derechos humanos y establecer las responsabilidades institucionales e individuales por dichas violaciones. Estas condiciones mínimas son las siguientes: a) tener atribuciones legales que le permitan, entre otras cosas, hacer comparecer necesariamente a personas presuntamente involucradas en los casos investigados y a testigos; b) poder visitar los lugares de los hechos para el cumplimiento de sus cometidos; c) poder requerir la información necesaria de las dependencias estatales o funcionarios públicos vinculados a la investigación; d) estar autorizada para establecer los mecanismos de confidencialidad y otros que se hagan necesarios para la protección de quienes comparezcan ante ella.
Otro detalle que es fundamental para García Sayán es la integración de la Comisión de la Verdad, que en su opinión “debe suponer la participación de miembros de demostrada objetividad, imparcialidad y compromiso con los derechos fundamentales, incorporando integrantes vinculados a la protección internacional de los derechos humanos y con el apoyo de organismos intergubernamentales como las Naciones Unidas”. Finalmente, sugiere que “los resultados de sus investigaciones deberán ser públicos y ampliamente difundidos, y la documentación que recoja debe ser remitida a los tribunales para determinar eventuales responsabilidades penales y las sanciones correspondientes”.
Por otra parte, hay que destacar que una Comisión que solo establezca parcial o totalmente la Verdad, pero que no contribuya con la identificación de los presuntos responsables de las violaciones a los derechos humanos y de los órganos de poder involucrados, para lograr el castigo y sanción a los responsables, en poco habrá contribuido al objetivo final de lograr la reconciliación de la sociedad que le encomendó esa misión. Como lo afirmara en su oportunidad, Carlos González, Obispo de Talca y presidente de la Conferencia Episcopal de Chile: «La verdad sin justicia, es una farsa«. Igualmente, si solo se limita a proponer reparaciones exclusivamente monetarias o morales, la misma minará la confianza de las víctimas, de los defensores de derechos humanos y del conjunto de la sociedad afectada. Lo ideal sería que el trabajo de una Comisión de la Verdad se visualice como parte de un proceso de fortalecimiento integral del sistema de protección de los derechos humanos de la sociedad en cuestión, en el que contribuya a transformar radicalmente a las instituciones ineficientes y corrompidas del sistema de administración de justicia.
Las experiencias
Las experiencias de las distintas Comisiones de la Verdad oficiales, creadas por los Ejecutivos Nacionales mediante decretos leyes (Argentina, Chile, Perú, Panamá) o por acuerdos políticos de las partes en conflicto con participación de Naciones Unidas (El Salvador y Guatemala), han arrojado resultados que todavía años después de la finalización de su trabajo continúan siendo evaluados sin que haya opiniones coincidentes sobre su incidencia en el objetivo final de la reconciliación de la sociedad. En la mayoría de los casos han dado resultados mucho más efectivos en el conocimiento y difusión de la Verdad, en el establecimiento de reparaciones monetarias y morales, y en menor grado han logrado contribuir con la efectiva realización de la Justicia. En el cuadro anexo se puede apreciar las distintas experiencias que se han dado en América Latina de Comisiones de la Verdad, con información relevante sobre su creación, miembros, objetivos y las principales conclusiones a que llegaron las mismas.
Estas experiencias realizadas por las distintas Comisiones de la Verdad, han sido evaluadas por el investigador Esteban Cuya, quien extrajo las siguientes conclusiones sobre la experiencia desarrollada por éstas, y que son sin duda una guía de referencia para experiencias similares que se adelanten en el futuro, como es el caso venezolano. Cuya concluye que:
1. La ineficacia del Poder Judicial para aplicar las leyes e imponer la justicia ante las violaciones a los derechos humanos exige la existencia de Comisiones de la Verdad.
2. Las Comisiones de la Verdad en América Latina muestran diferentes procesos de organización, desarrollo, y aportación democrática.
3. Los esfuerzos de las Comisiones de la Verdad contribuyen relativamente a la pacificación nacional, al revelar la historia oculta de la violencia, y abrir la posibilidad de sancionar
a los responsables de las violaciones a los derechos humanos.
4. Cuando la investigación de las Comisiones de la Verdad no conduce a sancionar a los violadores de los derechos humanos, se convierte en un mecanismo de impunidad, un recurso oficial para superar el pasado sin curar las heridas.
5. Para que una Comisión de la Verdad tenga éxito, además de la participación de los organismos de derechos humanos, se requiere un amplio movimiento de apoyo popular, en el cual las organizaciones políticas, religiosas, académicas, sindicales, campesinas y otras unan sus esfuerzos. La búsqueda de la verdad tiene más posibilidades restauradoras en la sociedad cuando forma parte de un esfuerzo abierto de pacificación nacional que compromete a la mayoría de la población.
6. Las Comisiones de la verdad tienen más probabilidades de llegar al conocimiento pleno de la verdad cuando actúan en el período inmediatamente posterior a la finalización de la crisis de violencia.
7. Las investigaciones encargadas en medio del proceso de violencia tienden a ser parciales e incompletas, por el peligro que conlleva identificar y señalar públicamente a los culpables de violaciones a los derechos humanos.
8. Las comisiones independientes tienen más probabilidades de llegar al conocimiento de la verdad que aquellas integradas por personas que forman parte de gobiernos acusados de cometer las violaciones a los derechos humanos.
9. Las investigaciones globales de los sucesos de toda la etapa de violencia y las medidas de reparación tienen un impacto restaurador de la paz social mayor que las investigaciones y las soluciones parciales.
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Raúl Cubas
Coordinador de Provea (1995-2001)
Revista Mensual Question, Ccs. Julio, 2002