Por Bryan Barrios Graffe

Grupos parroquiales, clubes deportivos, casas de la cultura, cine clubes, partidos políticos; comités de salud, tierra urbana y de derechos humanos; madres del barrio, grupos ecológicos y recreativos, fundaciones y los Consejos Comunales son algunas de las distintas formas organizativas que podemos encontrar en nuestras comunidades, en nuestros pueblos y en nuestros barrios; en donde quienes las integran comparten una misma causa y un mismo sueño.

Cada una de estas formas organizativas se vinculan por elementos comunes entre sí como, por ejemplo, la figura del animador comunitario o de la animadora comunitaria. El papel de éste o ésta en el proceso de organización y desarrollo del trabajo es de vital importancia ya que coadyuva a obtener los saldos positivos o negativos del trabajo que se ha propuesto el colectivo donde hacen vida estos animadores y estas animadoras.

Pero, ¿en qué consiste la animación comunitaria? Podemos decir que es todo aquello que realizan los y las responsables de las organizaciones a lo interno y a lo externo de éstas para que, tanto sus integrantes, como las personas que se verán beneficiadas de su acción puedan, por un lado, alcanzar niveles de comprensión de la importancia del proyecto colectivo de esa organización y, por el otro, motivarlas para que puedan realizarse desde dentro y fuera de la misma. Es entonces una labor de acompañamiento permanente del proceso organizativo. Es animar a la comunidad a participar de su proyecto y que las personas que ya están involucradas se mantengan en el mismo.

¿Quiénes son los animadores o animadoras? Son todas aquellas personas que ejercen el rol de liderazgo comunitario, quienes llevan en sus hombros la responsabilidad de animar a los miembros y las miembras de las organizaciones en el trabajo cotidiano que realizan, así como a los y las habitantes de las comunidades en donde éstas hacen vida.

 

Estas personas están llamadas a escuchar activamente, a motivar al colectivo a la formación y la reflexión continua de la realidad y generar acciones para transformarla, a cuidar el cumplimiento de los planes de trabajo que la organización y la comunidad se propuso. Son personas llamadas a realizar eso que podemos llamar un acompañamiento personalizado que consiste en ir conociendo a cada integrante de la comunidad, así como sus necesidades tanto familiares como a nivel comunitario, de manera tal que a la hora de pensarse proyectos comunitarios en colectivo puedan tener estos elementos presentes para generar propuestas pertinentes y acordes a la realidad de la comunidad.

 

En muchas ocasiones encontramos que una de las principales dificultades existentes en las organizaciones comunitarias radica en que sus animadores y animadoras suelen ser personas con mal genio, agresivas en su actuar, caprichosas, que evaden la participación o manipulan los espacios colectivos para que el trabajo se haga como ellas quieren, que cierran la puerta al diálogo y al debate que enriquece la lucha comunitaria, que no les gusta la disidencia y ahogan la creatividad, que esperan el reconocimiento de los o las demás y se molestan cuando es el colectivo quien se lleva el merito. Este tipo de liderazgo, lejos de motivar para la participación, genera un rechazo que hace que las personas se alejen del espacio y se cohíban de participar del proyecto comunitario. Es entonces cuando lamentablemente decae la organización comunitaria y, con ella, los sueños y las esperanzas de hacer camino en compañía de otros y otras.

Para evitar que esto llegue ocurrir y sea sacrificada la organización comunitaria, es importante que las personas que sean llamadas para desarrollar este tipo de funciones tengan claridad de la importancia que esto conlleva; que comprendan, y así lo demuestren, que lo realmente importante es el logro de los objetivos políticos y estratégicos que la comunidad se ha planteado al organizarse. Deben ser personas que se sepan, hermanos o hermanas de todos y de todas, que sean afectuosas, que posean la preparación mínima o estén dispuestas a formarse en el tema que ha convocado el proceso de lucha; personas que entiendan que la participación y la construcción colectiva de los planes y proyectos obtienen mayor significación que el obtener los resultados tal cual fueron proyectados. Deben ser personas que estén convencidas de que no se puede sacrificar al ser individual por el ser colectivo, y viceversa, y que sepan manejar esa tensión.

 

Por último, no tienen que ser unos súper héroes o heroínas, sencillamente deben ser personas con una humildad tal que se dejen acompañar en el ejercicio de su función y acepten la crítica constructiva y otros valores. Finalmente, la animación comunitaria es un servicio silencioso que se le presta a la comunidad sabiendo que somos personas conscientes de nuestra vocación para el servicio de la vida, la justicia y la paz.

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