Presidente Chávez, la economía venezolana se desplomó 5,8% en el primer trimestre de 2010 comparado con igual período de 2009. Esta contracción del producto interno bruto (PIB) se descompone en sendas declinaciones del consumo y la inversión de 5,9% y 27,9%, respectivamente. Se trata del mismo indicador que exhibía el ministro Giordani y usted mismo hasta hace un par de años, como muestra de la expansión sostenida y del progreso de la economía venezolana.
Ahora que las cifras son desfavorables el indicador es capitalista. No, señor Presidente, hay que ser coherente y usted lo es. Sabe en lo más profundo de su conciencia que la economía anda mal y que las políticas que anunció su tren ministerial no han surtido los efectos esperados.
El PIB es hasta ahora la medida mejor elaborada por tantos años de la ciencia económica para medir el desempeño productivo de un país y su cuantificación tiene dos vertientes. Por un lado refleja la cantidad de bienes producidos pero por el otro expresa las remuneraciones de quienes participaron en la generación de esos bienes. De manera que cuando se produce menos, similarmente los trabajadores y empresarios también ganaron menos en términos absolutos.
El hecho de que el consumo haya disminuido casi 6,0% denota que la gente está comiendo menos y ello obedece a dos factores principales, la caída del ingreso, como ya expliqué, y el proceso inflacionario que ha pulverizado literalmente los aumentos salariales decretados.
LA INVERSIÓN
Si esto es preocupante, lo es todavía más lo que ocurrió con la inversión, la cual denotó un derrumbe cercano al 30%. Esto significa que la inversión prácticamente no es suficiente para reponer el acervo de capital que se deprecia permanentemente y de persistir esa situación tendrá Venezuela equipos de producción desvencijados y chatarras que la obsolescencia técnica recomienda dejar de lado.
Pero hay otro elemento que usted debe saber: sin inversión no hay crecimiento sostenido a mediano plazo porque una economía no se expande exclusivamente a fuerza de consumo, tal como lo hizo Venezuela hasta el año 2008.
Presidente, ese crecimiento que se observó a partir de 2006 fue un crecimiento prestado por la economía mundial a Venezuela, en virtud de los elevados precios del petróleo que le permitieron al país gozar de unos ingresos excepcionalmente elevados.
Esa declinación de la inversión tiene mucho que ver con la guerra a muerte no declarada oficialmente contra los sectores productivos de Venezuela, especialmente a la industria. De los sectores económicos, los más afectados por las políticas han sido el petrolero y la manufactura.
El primero de ellos acumula cinco trimestres consecutivos de caída mientras que en la industria se cuentan siete trimestres seguidos de descenso en su nivel de producción. Una economía cuyos sectores transables están cayendo, como es el caso de Venezuela, está condenada a una crisis de su balanza de pagos, tarde o temprano.
La razón estriba en el hecho de que al ser los sectores transables los que generan divisas por exportaciones, es claro que la fuente de creación de moneda externa se debilita y el país queda expuesto peligrosamente a las contingencias del mercado mundial del petróleo.
Apostar a una recuperación de los precios del petróleo que permita recomponer los ingresos fiscales es como jugar el destino de Venezuela en un casino.
LAS EXPORTACIONES NO PETROLERAS
Presidente, a usted debería llamarle la atención la destrucción de las exportaciones no petroleras. En el primer trimestre de 1998 Venezuela exportó en productos distintos del petróleo por US$ 1.294 millones; doce años después, en similar lapso de 2010, exportó apenas US$ 770 millones, 40% menos.
Esto es realmente increíble, que pasada más de una década Venezuela le venda al mundo menos bienes, en tanto que las importaciones no han cesado de aumentar, porque el país gracias a las políticas de su administración se ha transformado en un gran almacén de bienes provenientes de todas las economías prestas a venderle sus mercadería a Venezuela.
Una economía pequeña como la venezolana que no es capaz de producir para el mercado mundial no tiene posibilidades de crecer de forma estable y sostenida. Si somos buenos para exportar petróleo, ¿por qué somos malos para exportar manufacturas y productos agrícolas? La respuesta reside en la destrucción del establecimiento industrial de Venezuela.
Al respecto, el caso de Sidor es emblemático: de ser la segunda empresa exportadora de Venezuela ahora se ha convertido en importadora. Allí, la politiquería y principios gerenciales basados en el ensayo y el error han acabado con lo que fue una empresa eficiente y productiva.
Esta postración de la actividad económica tenía necesariamente que reflejarse en el sector laboral.
Así, entre marzo de 2010 y marzo de 2009, la economía perdió 185.856 puestos de trabajo en las actividades formales y la tasa de desempleo no aumentó significativamente por el decreto de inamovilidad laboral y el estancamiento de la población activa, en vista de que muchos venezolanos prefieren vivir de la subvención que otorga el Estado en lugar de buscar un puesto de trabajo.
En la quietud del gabinete económico estos temas deben ser abordados con franqueza, y con la tranquilidad que concede la reflexión serena debe usted llegar a la inevitable conclusión de que hay que enmendar el rumbo y que como en el béisbol, una economía no se puede dirigir apelando a un simple librito de economía política, ya amarillento no por el tiempo transcurrido sino por lo caduco de las ideas en él contenidas. Un vez más rectifique, Presidente Chávez. Todavía está a tiempo.