La política social del gobierno en materia de contratación colectiva es restrictiva. Su tendencia es hacia el impedimento de la discusión postergando con bonos para mantener la situación y la colaboración de sindicalistas y en el peor de los casos, suscribir avenimientos con beneficios irrisorios.
La tesis parte de la premisa de la existencia de un Estado socialista apto para representar los intereses de los trabajadores. Es el mismo criterio empleado por las experiencias del socialismo autoritario donde se confunde ex-profeso al aparato de dominación con la sociedad y los laborantes deben inclinarse ante quienes los representan.
Es una concepción claramente estalinista porque creer en la existencia de una entidad de sumisión de naturaleza socialista es un absurdo. El Estado es capitalista por antonomasia debido a que su esencia radica en ese modelo de producción, comercio y consumo desde la modernidad y ahora en la etapa postcapitalista aún más.
Igualmente se requiere la enervación de los sindicatos no porque estos representen algo distinto sino porque el regateo entre los patronos y obreros no tiene lugar en la actual coyuntura. La orientación se dirige hacia posiciones corporativistas para mantener la rigidez de un oficialismo conductor de todas las decisiones. Incluso hablan de consejos obreros concebidos como extensiones gubernamentales y no como entes autónomos.
Estamos en presencia de unas políticas autoritarias y tuteladoras propias de las distopías imaginadas acertadamente por George Orwell y Aldous Huxley. El Gran Hermano o Su Fordería piensan por todos como la vieja consigna de una tradicional empresa de publicidad venezolana. La ordenación y manejo de la sociedad es el cometido de una gestión como la actual en Venezuela.
Para mitigar la paralización de las convenciones colectivas, con miras a ahorrar recursos, se emplean los dispositivos asistencialistas que no resuelven estructuralmente el problema del nivel socio económico de la gente sino responden puntualmente difiriendo la problemática de fondo.
Definitivamente el sentido estatal apuesta hacia la supresión de las inquietudes sociales mediante el concomitante método de la fuerza y los mendrugos de pan. Sin embargo esa perspectiva disminuye la calidad de vida de nuestros hombres y mujeres y a corto plazo genera una gran ansiedad capaz de estimular la movilización necesaria para la conquista de derechos. (Humberto Decarli, 28.07.10)