Hace unos años veíamos inalcanzable la posibilidad de ganar y ocupar espacios políticos en un país que aunque en apariencia se lanzaba a un proceso de cambios profundos, en realidad se sumergía en una profunda crisis política, social y económica.
El venezolano común, el de todas las clases sociales, sediento como estaba de buenos gobiernos y de gestiones medianamente transparentes y efectivas, abrazó la esperanza de un cambio y apoyó -muchos lo hicieron a ciegas e incondicionalmente- a un personaje nacido de una sangrienta intentona de golpe militar, que se lanzó más tarde al ruedo político con un discurso constituyentista, de inclusión y de transformación. Para ello, contó con el estimable apoyo -somos un pueblo sin memoria- de diversos medios de comunicación, de periodistas y opinadores, y de diversos sectores de la sociedad. Fueron años de duros ataques a los partidos políticos y a los diversos gobernantes, muchos de ellos nuevos líderes surgidos en las regiones por obra y gracia, que ironía, de un proceso de reforma del Estado que empezó con buen pie con la descentralización como punta de lanza, y fue truncado posteriormente por los “cambios profundos” que no se dieron. La clase media jugó entonces un papel determinante. Como lo jugó también en los estruendosos fracasos del paro petrolero, del carmonazo y de la abstención del 2005, ya durante la gestión del actual mandatario, de quien muchos de ellos se habían desencantado ya.
En términos generales tenemos una clase media que, políticamente hablando, es inculta, actúa en base a impulsos y –cual experimento de Pavlov- responde automáticamente a estímulos generados por algunos medios y sectores.
Vivimos ahora un no tan soterrado movimiento en contra de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y de los partidos políticos, que viene haciendo ruido -a veces unas distorsionadas estridencias- en las redes sociales y en determinados medios de comunicación.
Si bien es cierto que prácticamente todos los partidos y líderes políticos provienen del modelo que se ha querido superar, también lo es el hecho de que si eso es así, es porque el “cambio” de marras ha sido un rotundo fracaso. Se puede gobernar por decreto, pero no se puede decretar un modelo de sociedad. Los partidos existen porque han logrado sobrevivir, porque tienen bases -las compartamos o no- ideológicas, porque tienen militantes y activistas -gente de carne y hueso- y porque existen electores que han votado por ellos en todos estos años en que se nos ha querido imponer, vuelvo a insistir, por decreto, un nuevo modelo de sociedad que ya sabemos no tiene ni pies ni cabeza, sino un gran dedo.
Nos acercamos a una cita electoral de gran importancia, donde los partidos políticos de oposición y grandes sectores de la sociedad se han puesto de acuerdo para presentar fórmulas unitarias para llevar a la Asamblea Nacional a representantes de una gran masa de ciudadanos que nos oponemos al actual estado de las cosas, y que queremos ver reflejadas en las curules de la Asamblea a las distintas tendencias y pensamientos que hoy por hoy convivimos, quiéralo o no el poder o los poderes, en esta tierra. No son tiempos ni de atajos ni de revanchas. Es hora de pensar en clave de futuro.
Mikel las Heras
Publicado en conflictove.wordpress.com