Queda atrás abril, mes signado por campañas y procesos electorales internos en las filas del oficialismo y de la oposición. Mientras esos trajines discurrían, contemplábamos como el país se hundía inexorablemente, cada vez más, en esas arenas movedizas a las que le tiene este gobierno sometido.

Fuera del discurso y de las decisiones, que tan solo quedan escritas en decretos, no hay acciones -ni buenas ni malas- que puedan hacer sospechar que estos tipos van hacia alguna parte. Deciden expropiar, ya sean galpones industriales o fincas productivas, lo decretan y lo hacen, pero ahí queda. Ejemplos sobran en todos estos años. Y los resultados están ahí: Escasez de alimentos, escasez de materiales de construcción, escasez de energía eléctrica, de agua, escasez de viviendas, escasez de empleos, escasez de dinero. Escasez.

También traen estas acciones algo de escasez de sentido común entre algunas de las gentes que nos oponemos al actual estado de las cosas.

Tras muchos años, demasiados ya, yendo del timbo al tambo, siguiendo muchas y diversas agendas, y sin preguntar muchas veces de dónde venían, la llamada oposición -así en singular- venezolana se ha dotado de una conducción política que está dando frutos. Por primera vez en muchos años podemos hablar de la construcción de un movimiento unitario opositor que puede ir más allá de unos acuerdos electorales -circunstanciales siempre- para unas elecciones determinadas. Hay conducción y voluntad política y hay propuestas y proyectos para ofrecerle al país todo. Pero también hay resistencias. Todo cambio genera resistencia.

No cabe duda que uno de los combustibles que el presidente ha usado con sobrada eficacia ha sido la confrontación. Y apela a ella en momentos en que ve bajar su aceptación y popularidad. Hay sectores que caen en esa trampa y confrontan – o pretenden confrontar- directamente a un gobierno militar, armado, buchón y guapetón. Error. Ese peine no debemos pisarlo de nuevo.

Se impone ahora darle forma al proyecto unitario más allá de las fórmulas electorales, es decir, el proyecto programático, el proyecto país. Tenemos que trascender el discurso y la verborrea presidencial. Dejar de responder el insulto a la inteligencia. Hay que sacar las propuestas de la MUD a la calle y discutirlas. Tenemos que construir entre todos una alternativa que vaya más allá de las promesas y de las ofertas electorales. Son momentos de inclusión y de contacto directo. Calle es eso y no hay gobierno que pueda pararlo.

Mikel las Heras
Publicado en conflictove.wordpress.com

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