Definitivamente, los simpatizantes de Chávez debemos darle gracias a Dios por habernos deparado un bando opositor como el que integran los especímenes que se codean en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y demás organizaciones contrarrevolucionarias.
Desde hace varios años buena parte del país, incluyendo miles de víctimas del hampa, piden mano dura contra la delincuencia. Este es un reclamo que con más ahínco y menos consideración por los derechos humanos formulan los sectores de la extrema derecha, para quienes los héroes fundamentales son Clint Eastwood (Harry El Sucio), Arnold Schwarzenegger (Terminator) y cualquier otro vengador que sirva de modelo a los vigilantes justicieros.
Hasta ahora Hugo Chávez se mostraba renuente a lanzar un decreto de guerra a muerte contra el hampa, a reserva de esperar los resultados de las políticas de inclusión social iniciadas hace un lustro o más en las barriadas de distintas ciudades.
Sin embargo, pasa el tiempo y, a pesar de la reducción de la miseria, las manifestaciones hamponiles no disminuyen y más bien se incrementan desproporcionadamente. El advenimiento de las misiones oficiales ha producido resultados positivos, pero el impacto de las drogas colombianas, que llegan a los barrios en enormes volúmenes, nulifica las bondades de muchas políticas que deberían reducir la delincuencia.
A estas alturas está demostrado que no basta la generosidad hacia los pobres, sino que debemos aplicar la consigna de «a Dios rogando y con el mazo dando», cuando se trata de combatir a los malandros.
Así lo señaló sin ambages el general Antonio Benavides, comandante del Core 5, cuando dijo y reiteró que el destino de los delincuentes es «la cárcel o bajo tierra». La expresión, lejos de entusiasmar a la alta sociedad civil, fue rechazada por los mismos que se oponen a todo lo que haga el Gobierno.
El error de la oposición fue afortunado, pues esta vez Chávez, contra lo que algunos podían imaginar, dio pleno apoyo a la represión hamponil y respaldó al general criticado por los «humanistas» del sifrinaje.
Éstos deberían averiguar lo que desean en los barrios que les suceda a los malandros.
Augusto Hernández
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