El caos y la violencia se apoderó de Mérida, en la actualidad la calma regresó

Mérida parece volver a la calma, al menos sus calles. Vecinos de las zonas más afectadas creen, sin embargo, que hay cosas que el 25 de enero pasaron inadvertidas: no recuerdan otro tumulto que haya tocado la puerta de sus hogares; tampoco grupos armados que les prometieran la muerte. Los disturbios de ahora y antes nunca habían violado los muros de conjuntos residenciales. Esta vez fue diferente.

Dos jóvenes estudiantes murieron entre las revueltas que hace dos semanas transmutaron la ciudad. Ese fue el parte policial; lo que las autoridades no añadieron es que las manifestaciones de esa noche saltaron los límites de la propiedad privada. Un contingente identificado por los vecinos como tupamaros llegó en autobuses, causó destrozos y generó pánico en las residencias Las Marías, bastión de las protestas y cacerolazos contra el Gobierno.

«Cuando los carros empezaron a explotar y se extendieron las llamaradas, nos atrevimos a salir a pesar del terror que todos teníamos (&) Entonces uno de los hombres dijo: ‘Orden de retirada, camaradas'». Ese es el testimonio que repiten varios de los vecinos que presenciaron la invasión al conjunto residencial Las Marías. También lo que dice el informe que entregaron el miércoles a la diputada Iris Varela, tras una visita que hizo en nombre de la Comisión de Política Interior de la Asamblea Nacional.

María Isabel Moros tiene la película en su mente. «Quemaban carros y disparaban balas a los edificios», denuncia. «Después de que llegaron dos personas en motos de la Policía de Mérida, se escuchó una voz de mando y, como militares, salieron corriendo en orden hasta montarse en dos autobuses que estaban afuera».

Lo que empezó como otro de los disturbios que a diario habían estado trancando la avenida Las Américas, llegó a la planta baja de su edificio. Estaba preparando la cena en su apartamento acompañada de su hija de 15 meses, un hermano de 9 años y una abuela de 75, cuando de repente se vio presa en un campo de batalla.

«Aunque vivo en el piso 5, había tanta humo que pensaba que tenía el fuego debajo de mi apartamento», afirma. «Derribaron una reja, tumbaron el muro a pico y palo, quemaron la garita de vigilancia, forzaron las bombonas de gas y gritaban: ‘Nos mataron a un camarada… Malditos escuálidos, los vamos a quemar vivos'».

Para leer la nota completa, elaborada por Joseph Poliszuk, visite El Universal

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