La burocracia en la peor de sus acepciones se define según la Real Academia Española como la “administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas”. Y efectivamente, cuando pensamos en burocracia ese tipo de escenarios son los que vienen a la mente.
Incluso, la misma administración parece haberse dado cuenta de lo molesta que resulta su elaborada burocracia, cuando apareció la Ley sobre simplificación de trámites.
Ésta establece en su artículo 4 la necesidad de racionalizar trámites y de mejorar su eficacia pertinencia y utilidad, entre otras cosas. La Constitución va un poco más allá, como buena norma madre de todas las normas, dispone que la administración pública este al servicio de los ciudadanos y ciudadanas.
En las normas está todo claro, quizás los ineficientes somos nosotros, los usuarios de la administración, que no sabemos de requisitos y cuando nos mandan a sacar 4 copias, e ir en un determinado día, nos perdemos y como tenemos tiempo de sobra, es después de unas cuantas veces de intentar el trámite que logramos nuestro cometido.
Estas experiencias se viven a diario de forma transversalizada en todo el aparato del Estado.
La señora Julia perdió a su hermano víctima de sicariato y luego perdió su casa al ser quemada por los enemigos de su hermano. Hoy en día, varios años después de ocurridos los hechos, aún no termina el juicio y las ayudas sociales, con que cuenta el Estado, de una vivienda que pueda habitar tranquilamente, aún no se materializan.
Julia ha alzado la voz en varias ocasiones, siente que no la escuchan, pues ha acudido a un montón de instituciones, que para no asumir responsabilidades, la mandan de un lado a otro.
Solicitud tras solicitud, requerimiento tras requerimiento y alegando su incompetencia se desentienden del problema ¿quién es el competente? ¿Quien es el que resuelve?.
El panorama será difuso mientras las reglas del juego no sean claras y no se exija la responsabilidad de aquellos que en representación del Estado no dan respuesta a la ciudadanía.
Nos consume la burocracia a costa de los derechos.