Adriana es madre de varios adolescentes, es la encargada de la ludoteca de la Casa Meneses, el centro de acción social de la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México.
La Casa está ubicada en un sector popular -Santa Fe- con fama de lugar violento y con mucho narco menudeo. Me pareció estar en La Vega, de Caracas, cuando les visité.
Adriana ha vivido en Santa Fe toda la vida, y desde hace dos años, cuando se fundó la casa, ha aprendido que a través de la lectura y el juego, los niños y niñas de la colonia, internalizan normas de convivencia pacífica. Al principio van porque sus padres los llevan empujados y después van por placer.
Adriana no está sola, el semestre pasado al equipo de la casa se le ocurrió impulsar un curso para “promotores infantiles”, se apuntaron 40 madres de diversas edades y diversos grados de escolaridad.
El curso de 7 semanas, pretendía dotar de herramientas a las participantes para que pudieran atender a niños y niñas, por lo general con tiempo libre sin nada que hacer, y ya sabemos en qué terminan muchos de esos pequeños desatendidos.
El programa incluía dos días de “teoría” en la Casa Meneses y dos días de práctica, días en los que las madres, organizadas en pequeños grupos, buscaban su espacio para aplicar lo aprendido.
¡El resultado fue increíble! Adriana cuenta y le brillan los ojos al narrar cómo las madres fueron resolviendo problemas de logística, cómo planificaron montones de actividades, cómo consiguieron que vecinos se les sumaran a esas actividades realizadas en una esclarea, en un patio… ¡Un éxito!
Gente buena hay en todas partes, decía Mandela al salir de su largo encierro en cárceles de Suráfrica. Y es verdad, sólo hay que saber buscarlas. Talentos tiene todo el mundo, sólo necesitan ciertas condiciones para explotarlos, y manos extendidas que les ayuden a descubrirlas para ponerlos a funcionar para sí y para los demás.
La Casa Meneses sirve como lugar de encuentro en esa inmensa barriada popular, y también sirve para que los alumnos de esa universidad -de clase alta y media- hagan su servicio social, una especie de servicio comunitario venezolano. Estudiantes de Psicología, Ingeniería, Derecho hacen trabajo regular en la casa, aprenden a cambiar su mirada, aprenden a sorprenderse de la generosidad de los pobladores que han tenido menos suerte que ellos para formarse, y aplican sus conocimientos académicos.
Ese dúo formado por la comunidad y la universidad, tiene en sus planes volverse un trío con las escuelas oficiales del sector. “¿Qué tal si las madres se ofrecen para hacer de los recreos unos tiempos de convivencia alegre y pacífica?”, propone Lorena, coordinadora del departamento de Responsabilidad Social de la Universidad -regentada por los jesuitas-.
De una vez Adriana ve la gran posibilidad de esa propuesta, se pone a soñar y va enumerando las madres que podrían ser parte de esa alternativa para promover la paz. Lorena, mexicana pero que vivió y trabajó en Ciudad Guayana por más de una década, tanto en Fe y Alegría como en la UCAB Guayana, se acompaña de profesionales de la Ibero, sabe que las alianzas son necesarias, que nos necesitamos, tiene ojo para anticipar árboles en las semillas que ve en los vecinos de la casa.
“Aquel era grafitero, ahora forma parte del equipo y enseña a los adolescentes a pintar murales y grafitis con mensajes”… Y así van, Adriana y Lorena y el resto del equipo, encontrando gente buena en un lado y en el otro.
“Hacen falta muchas cosas para conseguir la paz”, se cantaba en los años setenta y los ochenta. Eso es verdad, y para hacer todas esas cosas que hacen falta, se necesita mucha gente buena que logres vencer la violencia con pedagogía llena de ternura y esperanza.